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30 años del Movimiento Indígena en Uruguay

12 octubre, 2019

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Zur

30 años del Movimiento Indígena en Uruguay


Un racconto de 30 años de lucha por cultura, justicia y dignidad del pueblo charrúa en Uruguay.


El apagamiento y la manipulación

El 19 de agosto es una fecha de particular relevancia para el movimiento indígena en Uruguay. Por un lado es la fecha de fundación de la primera organización específicamente indígena, la ADENCH en 1989. Y por otro lado es la fecha de defunción en 2012 de Bernardino García, bisnieto del Suaj (cacique) Sepé, último cacique charrúa en armas en territorio oriental, y uno de los primeros charrúas que empezó a reivindicar públicamente la cultura originaria.

Aquí un racconto de los 30 años de lucha por cultura, justicia y dignidad del pueblo charrúa en Uruguay.

La masacre de Salsipuedes y las campañas militares del General Rivera no simbolizaron para nada el fin de las culturas indígenas en el Uruguay. Sin embargo, sí tuvieron como efecto la desestructuración organizativa generada por el encarcelamiento, asesinato y/o exilio de los principales cacicazgos. Lo que fue aprovechado por la incipiente formación de los partidos políticos en el Uruguay. Por medio de promesas de protección, justicia, devolución territorial y bienestar social los partidos blanco y colorado manipularon a las personas indígenas para que lucharan por los mismos. Los colorados utilizando principalmente a los tapé-guaraní y los blancos a los charrúas. Sin embargo, los caudillos y partidos criollos nunca pasaron de esgrimir promesas al viento y todo terminó en la utilización de las personas indígenas como carne de cañón. Sin embargo, estas siguieron pensando que los gringos y criollos iban a hacer algo por ellas.

La formación de las izquierdas tampoco supuso un cambio para las personas indígenas. La izquierda uruguaya, hija de la inmigración europea con sus ideales anarquistas y socialistas, siempre fue absolutamente eurocéntrica y cuasi-racista. Regidas por una concepción centrada pura y exclusivamente en la clase social (y en mucho menor medida en el género, pero este siempre estuvo presente en sus concepciones) era incapaz de pensar las desigualdades étnico-raciales. Y peor aún, le fue imposible pensar que la llegada de los inmigrantes (muchos de ellos quienes trajeron los ideales de izquierda) a finales del siglo XIX, fuera parte de un proyecto eugenésico de sustitución étnica de la población nacional. Un proyecto racista de blanqueamiento cuya primera etapa habían sido las campañas del General Rivera y luego había continuado con la educación vareliana y con la traída de inmigrantes europeos.

A las izquierdas en Uruguay les cuesta pensar que sus orígenes pueden estar relacionados con la opresión de un sector sobre otro. Es así como subsumieron a las personas indígenas a la “cuestión de clase” y así reprodujeron la misma lógica que los blancos y colorados de utilizar al indígena como carne de cañón.

El despertar

El gran eurocentrismo que dominó al Uruguay por mucho tiempo se empezó a resquebrajar durante la última dictadura Cívico-Militar. La tragedia de precarización económica y profundo autoritarismo (con rasgos genocidas) ayudó a cuestionar a cierto Uruguay que vivía pensando en Europa. Así se dio cuenta que era parte de la tragedia latinoamericana y que el autoritarismo militar genocida era un rasgo innato del Estado. Combatir el autoritarismo y las relaciones coloniales en que está involucrado el país simboliza también rescatar la memoria olvidada de los pueblos originarios.

Los 80 también fue la época de las luchas memoriales, de las luchas por la memoria de las víctimas del Terrorismo de Estado en contra de las tergiversaciones que venían desde el poder militar y sus aliados civiles. Pero que las madres de desaparecidos y los pres@s políc@s se animaran a hablar habilitó que los descendientes contaran lo vivido por sus ancestros hace mucho más tiempo.

Recordemos que hasta las investigaciones de Acosta y Lara en 1969, la historiografía nacional no hacía casi referencia a Salsipuedes. Decían que el proceso de apagamiento indígena era un proceso “natural” producto del choque civilizatorio con Occidente. Acosta y Lara es el que pone sobre el tapete historiográfico que hubo una intencionalidad explícita de determinados actores de poder para lograr el apagamiento indígena. En 1984 el director teatral Alberto Restuccia expone la obra “Salsipuedes: el exterminio charrúa”. Su objetivo era hacer una reflexión profunda sobre el autoritarismo en el país (y más teniendo en cuenta su fecha de estreno en el contexto de la transición democrática), sin embargo para los descendientes que la vieron simbolizó la habilitación de poder hablar de lo que les había pasado y no podían contarlo. “Salsipuedes” de Restuccia tuvo el efecto impensado de habilitar la voz indígena en el país. Ello fue reafirmado con la publicación de la novela de Tomás de Mattos “Bernabé, Bernabé” en 1988. Si bien la novela de Mattos tiene un mensaje similar a la obra de Restuccia, su descripción vívida de la crueldad y saña con que el ejército nacional persiguió y masacró a los charrúas funcionó como un habilitante para reclamar la deuda del Estado Nacional con los descendientes de charrúas.

En el mismo contexto puede comprenderse la labor de la investigadora Nora Fernández quien consiguió recursos del MEC para realizar una campaña de relevamiento de descendientes de indígenas en los años 1987 y 1988. La labor de Nora Fernández culminó con la realización del Primer Encuentro Nacional de Descendientes de Indígenas en noviembre de 1988 en Trinidad, Flores. El costado negativo de Nora fue que ella estaba influida por las ideas culturalistas que imperaban la antropología nacional del momento e impuso el concepto de “descendiente” para referirse a las personas indígenas. Concepto que sería muy difícil de revertir.

La realización del Encuentro Nacional de Descendientes de Indígenas llevó a que el 19 de agosto de 1989 se creara la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa (ADENCH), primera organización indígena especifista desde el siglo XIX. Entre sus principales reclamos estaban la repatriación de los restos del Suaj Vaimaca Pirú que se encontraban en el Museo del Hombre de París, el reconocimiento del Genocidio Charrúa y la inclusión del aporte indígena a la historia nacional. Las reivindicaciones iban claramente en un sentido integracionista, ya que se demandaba la inclusión de lo indígena al relato nacional.

A principios de los 90 comenzaron las grandes protestas del movimiento indígena continental, su símbolo fueron los contrafestejos de los 500 años de la llegada de Colón a Abya Yala en 1992. Fue ahí que la izquierda entendió que los pueblos indígenas no éramos resabios de culturas arcaicas si no una fuerza política-social en sí misma que venía a transformar la realidad colonial de nuestros países. Una fuerza social y política que no estaba traumada por la Caída del Muro de Berlín y que no tenía deudas con la Unión Soviética, ya que sus perspectivas liberadoras no estaban en doctrinas de origen europeo sino en la propia historia del continente.

El sacudón de los 500 años también pasó por el Uruguay, también hubo un contrafestejo del 12 de octubre (que se mantiene hasta la fecha actual) y se volvió valido el activismo indígena e indigenista. Los contrafestejos de los 500 años también simbolizaron la vinculación con el movimiento continental. Por esos años había un grupo de mapuches estudiando derecho en Uruguay (debido a lo caro que es la educación chilena) y se involucraron con las incipientes organizaciones. Estos jóvenes mapuches transmitieron la gran experiencia que tenía su movimiento, fue así como surgió una solidaridad que se mantiene hasta el día de hoy.

También en esa época hubo financiamiento internacional para publicar cosas sobre la historia indígena. La UdelaR lo utilizó para desarrollar sus programas de investigación sobre los Cerritos de Indios en el este del país. Pero un sector importante de intelectuales no oficializados por la académica empezó a publicar textos indigenistas. Es así como surgió la gran literatura indigenista de Gonzalo Abella, Rodolfo Porley y Danilo Antón. Es de particular relevancia las publicaciones de Porley ya que fue el primero que intentó desarrollar registros de memoria oral indígena de forma seria. Sin embargo debemos aclarar que estos textos son la visión de esos intelectuales sobre lo indígena, no la visión de las organizaciones.

Un linaje charrúa en Tacuarembó

Aquí es cuando la historia se empieza a cruzar con la de Bernardino García. El Suaj Sepé tuvo 4 hijos, dos mujeres y dos varones. Luego de la epidemia de viruela que destrozó su comunidad en 1857, las dos chicas, llamadas María, fueron apropiadas por estancieros de la región. Finalmente los dos hijos varones fueron llevados por la leva (reclutamiento militar forzoso) en 1860. El viejo cacique moriría envenenado por partidarios del Partido Colorado en 1864 en la pulpería de Duttyl y Cristi. Luego de volver de las distintas guerras que fue obligado a pelear Avelino García, uno de los hijos de Sepé vuelve a instalarse en Tacuarembó, cerca del Batoví, en una región próxima a donde tenía su toldería Sepé. De esa línea es que viene Bernardino García y 14 hermanos más. El padre de Bernardino ocultaba su identidad (a pesar de que por sus rasgos fenotípicos era imposible ocultar una ascendencia indígena) a pesar de que había sido registrado por Acosta y Lara para su trabajo “Un Linaje Charrúa en Tacuarembó” sobre la descendencia de Sepé. Fue recién en su lecho de muerte en 1973, que Lino García, hijo de Avelino y nieto de Sepé le cuenta a sus hijos sobre su raíz charrúa. A partir de ese momento Bernardino empieza a recuperar la historia de su linaje y a reivindicar su identidad. Lo empezó a realizar de la manera en que las personas de tierra adentro saben hacerlo. Saliendo en aparcerías y sociedades nativistas pero con la ropa tradicional charrúa y con muestras sobre tolderías. En vez de reivindicar la tradición gaucha, reivindicaba la tradición charrúa. Se terminó volviendo un ícono de la Patria Gaucha de Tacuarembó. Desgraciadamente sus hermanos prefirieron blanquearse y ocultar su identidad. En los 80, cuando Nora Fernández realizaba el relevamiento sobre descendientes de indígenas, junto a la familia de Bernardino (él se casó con una descendiente de guaraní) presentaron un proyecto ante el Instituto Nacional de Colonización y el MGAP para crear una especie de “reserva” charrúa en el Batoví. La idea era crear un espacio territorial para los “descendientes de charrúas” (en realidad era con los descendientes de la gente de Sepé) para que puedan vivir y para que se “mantengan sus costumbres”. O sea que el objetivo de este reclamo territorial no era en función productivista campesina sino también bajo un reclamo de revitalización y preservación cultural. Algo sumamente innovador hasta para hoy en día. El reclamo territorial de Bernardino García fue archivado y hasta el día de hoy su familia espera las respuestas del ministerio.

Bernardio García se vinculó a las distintas organizaciones que fueron surgiendo a partir de los 90, pero nunca fue sectario y siempre tuvo un relacionamiento amplio. Ese fue su rasgo hasta el día de su muerte en el 2012.

La construcción de las grandes movidas

A lo largo de los 90 fueron surgiendo distintas agrupaciones en distintos puntos del país. ADENCH también sufrió una ruptura originándose INDIA (Integrador Nacional de Descendientes de Indígenas Americanos), liderada por el fuerte cacicazgo de Rodolfo Martínez Barbosa. En 1997 se realizó el primer encuentro en el sitio de la Matanza de Salsipuedes organizado por la comunidad Basquadé Inchalá, por el Grupo Sepé y por los indigenistas como Gonzalo Abella, Rodolfo Porley y Nelson Caula. Desde 1997 hasta la fecha siempre se han realizado encuentros en Salsipuedes, a partir del 2004 es que se suman aparcerías de la zona a la actividad.

En el año 2001 ADENCH logra la promulgación de la ley nacional de repatriación de los restos del cacique Vaimaca y allí viene el periodo de negociación con el Estado Uruguayo y el Estado de Francia para la repatriación de estos. Finalmente en el 2002 se repatriaron los restos de Vaimaca Pirú. Allí comenzó también un debate entre las agrupaciones charrúas sobre a dónde llevar los restos del viejo cacique, finalmente se impuso la visión de ADENCH. Vaimaca sería enterrado en el Panteón Nacional con honores de Jefe de Estado, reafirmando así la propuesta integracionista, obligando al Estado a reconocer el aporte indígena.

La llegada de los restos de Vaimaca también significó una disputa con la academia. Mientras que la idea de las organizaciones era traer a Vaimaca para que tuviera un descanso en su territorio, los antropólogos biológicos veían un objeto de estudio que ayudaría a aportar datos científicos sobre paleo-dieta y sobre ADN antiguo. El resultado fue un choque entre comunidades morales (al decir de Segato), para los descendientes Vaimaca era un abuelo que merecía descanso después de tanta humillación y para los antropólogos biológicos Vaimaca era un objeto de estudio, los restos de un sujeto de un pasado remoto. Si bien en el 2004 se promulgó una ley que prohibía el estudio y experimentación con los restos de Vaimaca, debido al lobby que ejerció ADENCH en especial sobre la bancada frenteamplista, la academia nacional de antropología se alineó completamente en contra del movimiento indígena. A pesar de que la disputa era principalmente con algunos antropólogos biológicos se terminó involucrando a la totalidad de la academia.

En el año 2003 el prestigioso y pionero antropólogo Renzo Pi Hugarte escribió un artículo en el Anuario de Antropología Social y Cultural titulado “Sobre el Charruismo: la antropología en el sarao de la seudociencia”. En dicho artículo se inventaba el término “charruista” para referirse a las organizaciones reemergentes. La argumentación era muy similar a la que utilizan algunos defensores del término “ideología de género”. Basándose en cierta interpretación de lo que Marx denomina “ideología”, o sea una falsa conciencia sobre la realidad. En una concepción materialista en donde hay una “realidad” objetiva y medible y por otro lado habría “ideología”, o sea una cortina ilusoria que no está basada en ningún sustento real. Los evangelistas en esta interpretación para decir que el feminismo es una “falsa conciencia” que no tendría bases reales, un fanatismo. En el mismo sentido Pi Hugarte sostenía que las organizaciones indígenas no sería charrúas verdaderos sino “charrúas ideológicos”, sería una “falsa conciencia” sobre lo indígena y serías personas fanatizadas.Pi Hugarte también basó su argumentación en una dicotomía entre ciencia y razón vs. ignorancia y fanatismo. En donde la academia a antropológica sería la Razón y el “Conocimiento Verdadero” y en donde los escritores indigenistas junto con las organizaciones serían “Ignorantes” regidos por “Mitos y Supersticiones”, llegando a sostener que eran personas con problemas psiquiátricos. De esta forma Pi Hugarte reprodujo el antagonismo sarmientiano de Civilización vrs Barbarie” en pleno siglo XXI. Este concepto sería replicado en adelante por todos los opositores al movimiento charrúa, en especial por el expresidente de la República y figura central de los pactos de la Democracia postdictadura, el colorado Julio María Sanguinetti.

Pero más allá de las disputas con la academia, sucedían procesos por abajo. En los años 2003 y 2004 se desarrollaron los “Encuentros Aborigenistas” en el departamento de Colonia, organizado por el grupo Pirí y en donde confluyeron varios grupos y varias personas no organizadas. En el 2001 y luego en el 2004 Rosa Alvariño, quien venía organizando a los charrúas de Entre Ríos, cruza el Río Uruguay y se reúne con los charrúas orientales. Ella es la que empieza a sostener que había que dejar el término “descendiente” ya que es un término venido del mundo occidental para minorizarnos. “Rosita” sostenía que teníamos todos los elementos para volver a ser un pueblo fuerte y poderoso, pero si nos estamos menospreciando a nosotros constantemente, jamás podríamos recuperar la fuerza de nuestro pueblo.

A estos procesos de fortalecimiento identitario y de diálogo entre los distintos grupos se sumó el hecho de que en el año 2005 (con la llegada al gobierno del progresismo) el Estado Uruguayo firma el Convenio Constitutivo del Fondo Indígena para América Latina y el Caribe, el FILAC. Esta institución internacional de promoción de los derechos de los pueblos indígenas es el único organismo internacional con representación paritaria entre Estados y pueblos indígenas. Por lo cual si un Estado es miembro, tiene que mandar un representante estatal y otro indígena, a las reuniones de dicho organismo. La firma del Convenio Constitutivo del FILAC se debió al lobby de Martínez Barbosa y en especial a los contactos que obtuvo luego de participar en la Conferencia Mundial contra el Racismo en Durban, Sudáfrica, organizado por las Naciones Unidas en el 2001. Martínez Barbosa fue el primer descendiente de indígenas de Uruguay en participar en organismos internacionales de derechos humanos y fue el primero en entablar lazos con el movimiento afro-uruguayo. Para dar una respuesta al Estado Nacional sobre la participación indígena en el FILAC y continuando con el proceso de fortalecimiento de lazos entre distintos grupos iniciado en los Encuentros Aborigenistas, es que el 24 de junio (en torno al solsticio de invierno) de 2005 se funda el Consejo de la Nación Charrúa – CONACHA. El CONACHA estuvo formado en su origen por los grupos ADENCH (Montevideo), Basquadé Inchalá (Montevideo), Sepé (Montevideo), Pirí (Tarariras, Colonia), Guyunusa (Tacuarembó) y Berá (Paso de los Toros, Tacuarembó). El CONACHA surge para tener una vocería en común frente al Estado y la sociedad dominante. La primera representante fue Ana María Barbosa de la Comunidad Indígena Guyunusa de Tacuarembó.

Negacionismo del Progresismo, rupturas internas y nuevo relato antropológico

Con la firma del Convenio del FILAC parecía que el Estado Uruguayo encabezado por el gobierno progresista iba a iniciar una política indigenista. Sin embargo al poco tiempo el gobierno deja de ver con buenos ojos a las organizaciones charrúas y adopta la misma política negacionista que había caracterizado a los gobiernos colorados y blancos. Esto se debió a varios factores. En primer lugar por el exitoso lobby de los antropólogos Renzo Pi Hugarte y Daniel Vidart, quienes tenían mucha influencia tanto en filas frenteamplistas como de la oposición. La Campaña Mediática de estos antropólogos contra el movimiento generó la idea general en la sociedad y en el gobierno de que los charrúas emergentes eran un grupito de loquitos trasnochados y que no se les podía dar importancia.

Otro factor fue la negativa del Frente Amplio a construir un nuevo relato identitario del país. El progresismo se limitó a reproducir el relato colorado-batllista pero incorporando algunos hitos de la izquierda, especialmente en el relato épico de la lucha contra la Dictadura. Obviamente que para abordar el tema indígena y en especial el charrúa, hay que deconstruir el relato identitario clásico. En especial todo lo que tiene que ver con el cuestionamiento a Rivera, las campañas genocidas del siglo XIX y la política de blanqueamiento poblacional. Cosas que el Frente Amplio no estuvo dispuesto a hacer.

En el año 2007 fallece Rodolfo Martínez Barbosa y su organización, INDIA, se desarma. Martínez Barbosa se regía por un cacicazgo fuerte, lo que le impidió agruparse con las otras comunidades en el CONACHA. Esa forma organizativa de INDIA genero que cuando Martínez Barbosa se fuera al mundo de los ancestros, la gente no supiera cómo continuar con la organización. Sin embargo debemos reconocer que Martínez Barbosa fue un militante comprometido y que nunca bajó sus brazos. Siempre se estaba moviendo por la causa. Además tenía una gran capacidad de lobby, especialmente en el Frente Amplio, su muerte ayudó a la consolidación del lobby de Pi Hugarte y de Vidart. En el 2008 fallecería Rosa Alvariño, lo cual tendría un efecto desmoralizador muy fuerte entre las comunidades charrúas de Entre Ríos. La muerte de “Rosita” también repercutiría moralmente en la Banda Oriental.

En el año 2007 sucede la primera ruptura dentro del CONACHA, la salida del Grupo Sepé. Dicha ruptura se debió a la posición que terminó tomando la organización en el Encuentro de Tacuarembó en contra de la instalación de la Planta de Pasta de Celulosa de Botnia (actual UPM) en Fray Bentos y en contra del modelo forestal. En dicho encuentro y posterior declaración se acordó que las reivindicaciones que teníamos como charrúas no eran solo por una reivindicación histórica y/o recuperación cultural si no también por un proyecto de vida en el hoy en día. Y que ese proyecto de vida charrúa en el siglo XXI estaba en enfrentamiento con los proyectos económicos que agredan a la Madre Tierra, destruyan la vida (en todas sus formas) y precaricen aún más la vida de los descendientes. La lucha por la dignidad no solo era para nuestros antepasados sino también para las personas de hoy en día. Es así como se dio un salto en calidad en conciencia pero con el dolor de la retirada del grupo Sepé ya que no compartía esa visión. El grupo Sepé siempre se remitió a la parte histórica y nunca compartió la idea de establecer medidas específicas para las personas de hoy en día.

El vínculo con el FILAC ayudó a varios miembros del CONACHA a conocer la experiencia de los movimientos indígenas de otros países, es así como se fue tomando una conciencia continental de la situación de los pueblos originarios. A este proceso hay que agregarle la política exterior de Bolivia. Después del triunfo electoral de Evo Morales, la nueva delegación diplomática de Bolivia en Uruguay incluyó al agregado cultural Julio Gutiérrez, quien era indígena aymará (la delegación diplomática de Bolivia en Uruguay nunca había contado con funcionarios indígenas). Gutiérrez tenía el mandato del gobierno boliviano de vincularse con las organizaciones sociales del país y en especial de apoyar a las organizaciones indígenas. Julio Gutiérrez y su familia ejercieron una gran influencia en el movimiento charrúa. Ellos y los viajes financiados por FILAC cambiaron el tipo de reivindicaciones del movimiento. Las reivindicaciones pasaron de ser integracionistas a ser reformistas radicales, o sea la idea de reformar radicalmente a las sociedades latinoamericanas y construir Estados Plurinacionales. Es ahí que comienza la discusión dentro de las organizaciones sobre la propuesta de que el Estado Uruguayo ratifique el Convenio 169 de la OIT.

A pesar de que la gran mayoría de la antropología nacional y las ciencias sociales se alineaban en contra del movimiento indígena durante el reinado de Pi Hugarte, con el paso del tiempo empezaron a surgir voces disidentes. Aunque la mayoría muy tímidas, lo que habla de un aparato de control y disciplinamiento del pensamiento científico cuasi inquisitorial. Muchas de las voces disidentes tuvieron que venir desde el exterior ya que el férreo control del conocimiento en el ámbito nacional hacía difícil las divergencias. Cabe destacar el trabajo pionero de José Basini “Indios num País sem Indios. A estética do desaparecimiento: un estudo sobre imagenes indias e versoes étnicas”. Basini abordó el recorrido de los mbya-guaraní en el Uruguay y abordó un poco las discusiones con los descendientes de charrúas. Su trabajo trataba de abordar como el Uruguay se ha construido radicalmente como un país negador de lo indígena y que su tendencia es la invisibilización absoluta. Se debe mencionar que Basini si bien realizó estudios de grado en Uruguay, cursó sus posgrados en Brasil. Su investigación se enmarca en sus posgrados de Brasil. También se debe mencionar el trabajo de Andrea Olivera “Devenir Charrúa en Uruguay: una etnografía junto a colectivos urbanos”. Dicho trabajo fue parte de su tesis de doctorado para la Universidad de Lausanne, Suiza. En el año 2011 se desarrolló en la Facultad de Humanidades las primeras Jornadas sobre Pueblos Originarios en donde se intentó realizar un diálogo entre las organizaciones charrúas y la academia. Diálogo que pareció más una confrontación con Vidart, pero fue el primer intento de tender puentes después de años de desencuentros. Finalmente en los años 2013 y 2014 se realizarán varios diálogos con la academia y se subsanara la relación que se había roto. Esta construcción de un nuevo relato antropológico se debe en gran medida a la muerte de Pi Hugarte en el 2012 y al destacado papel que jugaron los investigadores Gustavo Verdesio, Mariela Eva Rodríguez, Nicolás Guigou, Mónica Sans y José Lopez Mass. Remarcamos la importancia de los diálogos con la academia y no tanto con los escritores indigenistas porque toda esta historia de choques y desencuentros ha demostrado que la academia es un poder en sí mismo y que el Estado no duda en recurrir a ella para negar y/o desprestigiar a determinado movimiento. Es por eso que el tipo de relacionamiento entre un determinado colectivo y la academia evidencia si las reivindicaciones de ese colectivo tienen influencia en el Estado y la sociedad dominante o no.

Presión internacional, visibilización, autonomismo y voluntarismo

En el año 2009 se votó la ley nacional 18.589 que declara al 11 de abril (fecha de la masacre de Salsipuedes) de cada año “Día de la Nación Charrúa y la Identidad Indígena”. El proyecto había sido presentado al Senado por el legislador del Partido Socialista – Frente Amplio Reinaldo Gargano y había sido el resultado de más de 3 años de cabildeo por parte de primero ADENCH y luego el CONACHA en su conjunto. El proyecto original planteaba que el 11 de abril sea “Día del Genocidio Charrúa” pero la comisión parlamentaria modificó el nombre. Se argumentaba que el término “Genocidio” era muy fuerte y exagerado, pero lo real era el temor a que el Estado tenga que realizar reparaciones. Si se había cometido un genocidio, entonces el Estado tendría que reparar simbólica y materialmente a los descendientes de las víctimas.

Si bien los legisladores frenteamplistas y nacionalistas (los colorados se opusieron rotundamente desde un principio) rebajaron los postulados del proyecto original, la ley 18589 establece que en torno al 11 de abril las instituciones educativas tienen que tocar el tema de la identidad indígena y el Estado tendría que apoyar actividades conmemorativas. Las organizaciones han aprovechado la legislación para obtener ciertos recursos estatales para desarrollar actividades en torno a esa fecha, sin embargo el Estado jamás desarrolló una política pública permanente con esta legislación. Por lo cual si las organizaciones no reclaman, la fecha y la ley pasan absolutamente inadvertidos.

La constante del Estado en estos últimos años ha sido el voluntarismo de funcionarios individuales y algunas políticas coyunturales. Algunos de estos hechos han sido los fondos para las celebraciones del Bicentenario (2011 fue el único año en que el Estado Uruguayo realmente desarrollo políticas públicas para la población indígena), la creación de la Unidad Étnico-Racial de Cancillería  en 2014 (unidad afro-indígena absolutamente desfinanciada y que sirvió para que Almagro pudiera catapultarse internacionalmente) y determinados diálogos con actores de la Intendencia de Montevideo y del MIDES (un especial reconocimiento a Beatriz Ramírez). Pero más allá del voluntarismo “buenista” de varios funcionarios, no existe una política pública. El gobierno no sabe qué hacer con la población indígena y sus reivindicaciones y va tapando agujeros a medida que estos surgen. Pero no tiene la más mínima intención de transformar la vida de las personas indígenas de este país. La incapacidad absoluta de comprender las demandas indígenas por parte de los gobiernos del Frente Amplio se evidencia en el hecho de que ni siquiera ha habido un intento por institucionalizar al movimiento. La respuesta es siempre la misma. Una negativa a la ratificación del Convenio 169 de la OIT y del Genocidio, y acciones coyunturales, muchas de ellas realizadas por presiones internacionales.

La negativa del gobierno junto con el cambio en el vanguardismo del movimiento llevó a nuevas tácticas. A partir del 2010, la representatividad del CONACHA paso a estar en manos de la Comunidad Basquadé Inchalá y con el fuerte cacicazgo de Mónica Michelena. La experiencia autonomista de Basquadé Inchalá y de relacionamiento transfronterizo empezó a marcar al CONACHA. La visión era la ejercer un activismo constante se tengan fondos o no se tengan fondos. Y no solo realizar una disputa de sentido con el Estado y los espacios institucionales (aunque nunca se renunció a ellos) sino también con el resto de las organizaciones sociales y populares del país. De esta forma se está tejiendo una contra hegemonía. Un diálogo entre los charrúas y el resto de los sectores populares para construir sentidos comunes, legitimar al movimiento indígena y desarrollar Mundos Otros (al decir de los zapatistas) en el Uruguay. Los principales ejes de diálogo y relacionamiento desde el movimiento indígena con el resto del campo popular se han basado en la lucha contra el racismo (desde ahí un diálogo central con el movimiento afro pero también con migrantes y la colectividad armenia), la defensa del medio ambiente (desde la lucha contra Botnia-UPM pasando luego por la lucha contra la minera Aratirí, las fumigaciones con agro tóxicos, la defensa del monte nativo y la actual lucha contra UPM II) y más recientemente un diálogo con algunos feminismos (debe tenerse en cuenta que los cacicazgos femeninos han sido una constante del movimientos desde su origen). La visión de Basquadé Inchalá ha estado también marcada por la constante lucha por la revitalización cultural, las intervenciones artísticas y la búsqueda de una estética indígena contemporánea.

Si bien ha habido todo un tejido comunitario por fuera del Estado y las instituciones clásicas del Uruguay, las condicionantes económicas de las personas indígenas limitaba mucho la labor. A esto se le suma la cada vez más férrea oposición a la ratificación del Convenio 169 de la OIT. El entender el Estado (y determinados sectores empresariales que realizan lobbies muy poderosos al Estado) que junto con la ratificación del Convenio 169 de la OIT podrían venir reclamos territoriales, el Estado se fue volviendo cada vez más reacio. Es así como la forma que encontró la CONACHA para realizar presión sobre el Estado es a través de los organismos internacionales de derechos humanos. Les charrúas aprendieron de los derechos indígenas consagrados por la ONU y del complejo entramado jurídico supranacional que reafirma los reclamos indígenas a nivel global. Es así como la labor militante de les charrúas ha hecho que varios países y órganos de las Naciones Unidas señalan a Uruguay como país violador de los derechos indígenas. Muchos avances se han debido a estas presiones internacionales, ya que el contexto nacional es absolutamente reacio a los reclamos indígenas. Debemos señalar a Bolivia, Venezuela y a Uzbekistán como países que históricamente han apoyado los reclamos charrúas en espacios internacionales y han señalado a Uruguay en varias oportunidades.

La labor de las organizaciones afrodescendientes e indígenas llevó a que el Censo Nacional 2011 fuera el primer censo del país en registrar a la población afro e indígena desde 1852. Los datos arrojados por el censo fueron los siguientes: el 5% de la población del país (159.319 personas) declaró tener ascendencia indígena y un 2,4% (76.452) declaró que la indígena era su principal ascendencia. Cabe aclarar que no todas las personas que se identifican con ascendencia indígena son charrúas, pero estamos seguro de que la charrúa es la mayoritaria. También que los departamentos con mayor población son Tacuarembó (con un 8%) y Salto (con un 6%), aunque Montevideo también cuenta con una población indígena considerable (casi 5%). Esto evidencia que la población indígena se concentra principalmente en el norte del país y que también hay procesos de migración campo-ciudad que generan que Montevideo sea un departamento con mucha población indígena.

A diferencia de la población afro, el Estado nunca desarrolló un informe específico sobre la situación socioeconómica de la población con ascendencia indígena. Es así como todos los datos públicos sobre los resultados del censo son datos que aparecen lateralmente en el informe sobre afro-descendencia. De los pocos datos que se han podido extraer es que la población indígena es sensiblemente más empobrecida que la población de origen europeo, sin embargo no cuenta con los alarmantes niveles de pobreza que tiene la población afro. La población blanca tiene un 30% de NBI (necesidades básicas insatisfechas), la indígena 36% y la afro 49%. Esto habla de que no somos parte de las clases medias y medias altas urbanas pero que tampoco somos parte de los sectores marginales. Se podría decir que la población indígena está compuesta en su gran mayoría por personas pertenecientes a la clase trabajadora. La clase que está constantemente al borde de la marginalidad pero que no es marginal.

Pluralidades y desafíos organizativos

Si bien el Consejo de la Nación Charrúa se fue construyendo como vanguardia organizativa del movimiento, jamás abarcó la totalidad del movimiento. Se debe mencionar a muchas personas que han trabajado y trabajan de forma individual en pro de la revitalización cultural y la difusión de nuestro patrimonio en instituciones educativas y centros culturales. Particularmente hacemos un reconocimiento a Nancy Ramos Boer, quien de forma individual, estuvo en la lucha desde principios de los 90 hasta agosto del 2018, en que se fue con los ancestros. Todos los que hemos transitado por el mundo charrúa hemos leído y visto en algún momento sus pinturas, sus poemas y/o sus textos.

Una organización con una larga y rica trayectoria y que nunca estuvo agrupada en el CONACHA es el Clan Chonik. Sus orígenes los podemos rastrear como por el 2008-2009 y ha sido heredera de grandes experiencias organizativas. Sus cacicazgos están centrados en Ciro Rodríguez y Paula Suri, antes de fundar el Clan Chonik participaron en INDIA. Y en el caso de Ciro Rodríguez, este había participado antes de transitar por INDIA de la comunidad Basquadé Inchalá de finales del 90 y principios del 2000. El Clan Chonik también tiene una muy destacada labor de revitalización cultural y de intervenciones artísticas. Pero lo que destaca profundamente al Clan Chonik son sus ceremonias públicas de la luna. Mientras la mayoría de las comunidades y familias cuando realizan ceremonias lo hacen nada más entre n´chalás y difícilmente lo hagan ante un público general, los Chonik lo realizan para un público general.

El Clan Chonik se hizo conocido de forma masiva cuando en el 2015 asistieron a las Olimpiadas Mundiales de Juegos Indígenas en Palmas, Brasil. El hecho de que un grupo de charrúas verdaderos vaya a representar al país en una competición internacional (una competición de y para pueblos indígenas) género que todos los dispositivos del negacionismo se visibilizaran. En primer lugar el Clan Chonik nunca pudo obtener el apoyo del Ministerio de Turismo y Deportes, fueron a competir sin el apoyo de ninguna institución deportiva o que promocione el deporte del Uruguay. Todo a pesar de que tenían una invitación particular desde los organizadores del festival. Luego, cuando estaban en Brasil y los medios de prensa empezaron a visibilizar de que había un grupo de charrúas que estaban representan al país. Saltaron todo tipo de críticas y ridiculizaciones, desde Sanguinetti y Vidart hasta Darwin Desbocatti. La saña era de tal magnitud, que salió publicamente la CONACHA condenando el trato despectivo y solidarizándose con Chonik.

Si bien hubo discrepancias y tensiones entre Chonik y CONACHA, una constante ha sido posicionarse juntos en las situaciones que trascienden a las particularidades organizativas. Se ha dado una alianza implícita específicamente en los reclamos al Estado sobre la ratificación del Convenio 169 de la OIT.

Bajo la representatividad del CONACHA de quien les escribe (periodo 2014-2016) se trató de profundizar una línea radical dentro de la organización, especialmente a través de las experiencias del movimiento mapuche al cual consideramos uno de los movimientos indígenas mejor organizados y cuya situación es más parecida a la nuestra que la de los zapatistas o los nasa. Sin embargo cometí grandes errores. Principalmente por no entender que no todas las comunidades tienen los mismos procesos. Y que al estar insertos (dominados) en la sociedad uruguaya dominante, nos cruzan muchas de las subjetividades que cruzan a los “uruguayos”. Si bien somos una singularidad cultural, con nuestras particularidades, estamos cruzados por la “uruguayes” y la globalización. Esto generó que cuando explicite públicamente que se reclaman tierras ancestrales y que el Convenio 169 de la OIT es el principal instrumento para lograr ese cometido, de ahí la importancia de su ratificación, se generará un circo sensacionalista y mediático. Los titulares decían “los charrúas reclaman 2000 has de tierra” y el consenso reaccionario dijera que este es “el país del viva la pepa” donde “hasta los loquitos que se ponen vinchas reclaman cosas al Estado”. Por su lado el Estado y los sectores oligárquicos reafirmaron su conciencia de que había que frenar la ratificación del Convenio 169 para evitar “una situación como la de Chile con los mapuches”. Pero el peor efecto que generaron mis dichos (bastante tergiversados por el periodista por cierto) fue una crisis dentro del CONACHA, una de sus peores. ADENCHA, organización fundadora se retiró y otras organizaciones estuvieron a punto, algunas comunidades del interior empezaron a desconfiar de las de Montevideo. Y gracias a algunas operaciones políticas de actores no indígenas, se difundió en algunos lugares del interior sobre la amenaza de los “indios comunistas” de Montevideo.

Mi problema fue el problema de las vanguardias. Las vanguardias corren el peligro de despegarse de las bases sociales, de separarse abruptamente de los sentires de la gente común. Y si se genera esa separación abrupta entre la vanguardia y la gente común, bajo una buena operación política, mediática y/o represiva, se destruye y/o se desprestigia absolutamente a la vanguardia. Una vez destruida la vanguardia, ya no existe el sector que más puje por el cambio radical y así el movimiento es absolutamente disciplinado. Es por eso que si se quieren mantener movimientos y organizaciones vigorosas, es sumamente importante que las vanguardias nunca se despeguen demasiado de los sentires de la gente de a pie, la gente no tan politizada. La cuestión no es solo lo que nosotros creemos o queremos, sino lo que las personas más simples y humildes de nuestros colectivos quieren y creen.

Posteriormente a las crisis sufridas por el CONACHA se decidió empezar el proceso para conseguir la personería jurídica. Un proceso muy costoso ya que a muchas personas les cuesta adaptarse a la forma de las personerías jurídicas.   Los objetivos del Consejo de la Nación Charrúa (CONACHA) de acuerdo con nuestro estatuto son los siguientes: 1) Lograr una mayor auto identificación y reconocimiento indígena en el Uruguay de acuerdo con los estándares establecidos en los instrumentos internacionales de derechos humanos. 2) Recuperar, revalorizar y sistematizar la cultura de nuestro Pueblo Charrúa, así como sus valores ancestrales y su cosmovisión. 3) Unificar a la mayor cantidad de comunidades de descendientes indígenas y fortalecer los lazos con todos los Pueblos Originarios. 4) Promover estudios de investigación histórica, arqueológica y antropológica de las academias en coordinación con las comunidades indígenas, respetando su consentimiento. 5) Promover prácticas y saberes en armonía con la Madre Tierra y defenderla de toda agresión. 6) Protección y defensa de nuestro patrimonio indígena milenario. 7) Lograr el reconocimiento del aporte de los Pueblos Originarios en la construcción de una sociedad pluricultural. 8) Promover un revisionismo histórico y un cambio de visión de la existencia y situación actual del Pueblo Charrúa en nuestro país, integrando transversalmente nuestra cosmovisión en los programas educativos formales y no formales. 9) Desarrollar proyectos de educación intercultural de acuerdo con nuestra cosmovisión charrúa. Las comunidades que actualmente pertenecen a la organización son Basquadé Inchalá (Montevideo), Jaguar Berá (Montevideo), Guyunusa (Tacuarembó), Unión de Mujeres del Pueblo Charrúa – UMPCHA (nivel nacional) y Agrupación Queguay Charrúa – AQUECHA (Piñera-Beisso, Paysandú).

Este trabajo no ha pretendido mencionar a toda la pluralidad de organizaciones charrúas que han existido o que existen, es por eso por lo que si el lector de esta nota es un n´chalá de una organización que no fue mencionada. Sepa disculparme. También porque yo mismo he sido un actor de relevancia en este proceso, por lo cual me cuesta mucho abstraerme. Por este mismo motivo, no abordó con tanta precisión sucesos contemporáneos. Sin embargo no quería terminar este trabajo sin hacer una mención específica a algunos agentes. A la Asociación de Descendientes Charrúas de Flores quienes al principio fueron parte de ADENCH y luego se separaron. El clan de las Santana (la organización es el clan familiar) fueron de las primeras personas en reivindicar públicamente su identidad charrúa. Son mujeres con una gran fuerza y voluntad, desgraciadamente han sido fuertemente disciplinada por dispositivos caudillescos racistas y paternalistas propios del mundo rural. Esta lealtad a los criollos y su mundo ha limitado totalmente su poder de interpelación. Sin embargo nadie puede negar que fueron de las primeras personas en reivindicar la cultura y de forma organizada.

A Ernesto Olivera y la comunidad Betum de Salto quienes tuvieron todo un proceso de formación y organización paralelo al del resto de las organizaciones. Y un proceso que tiene bien claros los principios de relacionamiento transfronterizo con el movimiento indígena de Argentina y con la gente de más bajos recursos. Ernesto y los Betum siempre tuvieron bien en claro que la lucha es por la gente más caída y que no necesitamos caerle bien a los noá de clase media que buscan expiar sus culpas con nuestras ceremonias.

Por último recordar cuando el intendente blanco-nacionalista de Paysandú Bertil Bentos junto con la jefatura de policía de Río Negro llevaron a cabo un mega operativo policial con armas largas para amedrentar la Marcha a Salsipuedes del año 2012. Después de la movilización masiva del Salsipuedes del 2011 y temiendo que los pueblos del interior de levantarán bajo la consigna de la identidad charrúa, se empezaron a desplegar dispositivos para neutralizar los esfuerzos organizativos del CONACHA. Estos dispositivos implicaron la difamación como “indios comunistas”, la amenaza de la llegada de una cabalgata riverista (que nunca llegó pero alcanzó para generar el miedo y la tensión de una posible confrontación), el cierre de puertas por parte de las escuelas de la zona por presiones “de arriba” y la frutillita de la torta fue el desalojo de los fogones de Merinos en el 2012. Estos hechos evidencian claramente como hay poderes regionales que temen que la gente del interior se organice por fuera de los clásicos caudillismos y más si lo hacen bajo la bandera de la identidad indígena y no la del tan bastardeado gaucho.

A modo de conclusión: especifismo una propuesta político-organizativa para los pueblos originarios del Uruguay

La historia demuestra que el Poder de nuestra Nación, reside en su capacidad organizativa soberana por fuera de los marcos occidentales. Esto no significa que no se pueda negociar con los poderes occidentales. Todes estamos en este territorio y este territorio debe de ser para todes. Pero si nos supeditamos al poder caucásicos, vamos a seguir en la invisibilidad.

La diferencia entre la participación indígena en la revolución artiguista y la participación indígena en las guerras civiles es que Artigas reconoció el liderazgo de los caciques y caudillos indígenas. Al reconocer las formas y particularidades organizativas de los pueblos de la región, les reconocía el poder propio y la soberanía que ellos detentaban sobre el territorio. Y al mantener las formas organizativas tradicionales, podían ejercer una presión ante los caudillos revolucionarios para que respetaran la soberanía territorial indígena.

Todo cambio cuando con las campañas de Rivera se eliminan los liderazgos indígenas. Y al no haber caciques, no procesos organizativos de resistencia, por lo cual la gente puede ser llevada de las narices para cualquier lugar. Y principalmente si no hay organización tradicional que exija el respeto por la soberanía territorial, ni los poderes regionales ni mucho menos el Estado central van a respetarlo.

Si bien hubo muchos charrúas que han luchado (y dado su vida en la lucha) para nobles ideales como independencia, justicia, democracia, liberación, tierra en organizaciones occidentales y lideradas por noá, estos han quedado invisibilizados. Además si bien han contribuido a la libertad y la justicia de todes, no han podido contribuir a la construcción de la libertad y la justicia específicos de nuestra Nación Ancestral.

Fue cuando a partir de los 80 que empezaron a haber colectivos específicamente charrúas e indígenas que el Estado y la sociedad dominante empezaron a discutir sobre el tema indígena. Si no fuera porque existen colectivos, no se discutirá sobre Salsipuedes, Rivera o los saberes vinculados al monte nativo. La identidad indígena es la identidad más disruptiva en el Uruguay, probablemente sólo comparable por la identidad trans. Por el negacionismo radical del Estado. Por eso no hubo grandes esfuerzos de institucionalización. Porque para que el Estado digiera lo indígena tiene que repensarse absolutamente.

Por lo expuesto es que sostenemos que el camino central para la reconfiguración de nuestro Pueblo Nación Charrúa es tener organizaciones especifistas. Organizaciones que sean de personas indígenas para personas indígenas. Y si bien hay miles de n´chalás que participan en distintos colectivos muy diversos. Si esos colectivos no especifican que son organizaciones pluriculturales, significa que esos n´chalás son carne de cañón como lo fueron nuestros ancestros en las guerras civiles de blancos y colorados. Probablemente no sean conscientes de que están gastando su energía por luchas que no ayudan a recuperar a las naciones ancestrales. Pero debemos ser conscientes que somos un pueblo dominado. Y dominados no sólo por los poderes globales sino por los poderes pequeños y concretos de la uruguayes.

No significa que las personas indígenas no puedan estar en colectivos no indígenas, pero estos colectivos tienen que declararse explícitamente pluriculturales, sino estar reproduciendo implícitamente las jerarquías raciales que invisibilizan a nuestra gente. Queremos que haya ambientalismo pluricultural, feminismo pluricultural y sindicalismo pluricultural.
Pero más allá de organizarse colectivamente con otres, si tú, el que lees la nota y estas en el proceso de fortalecimiento de tus raíces originarias. Lo principal que debes hacer es juntarte con otre n´chalá y organizarte como indígena. Si no es por nosotros y por el especifismo, nuestro pueblo no se levantará.

Para finalizar hablando de estos 30 años del movimiento indígena en el Uruguay. Me quedo con la imagen del 11 de abril de este año (2019). En esa fecha el CONACHA, el Clan Chonik, ADENCH y Hum Pampa junto con la Institución Nacional de Derechos Humanos logramos traer a Blas Jaime, último hablante de la lengua chaná (la lengua chaná es parte de la familia lingüística charrúa), y a Rocío Arapeiz de la comunidad charrúa Onkaiujmar. Más allá de algún personaje que dio la nota para hacerse ver (el problema de los indios solos), lo hermoso fue ver a casi todas las organizaciones charrúas trabajando juntas por un objetivo en común, la revitalización lingüística. Y más hermoso es que esa labor conjunta de las organizaciones de Uruguay rompa las fronteras del Estado Nacional y sea un trabajo en conjunto con los charrúas de Argentina.