América Latina

Chile pos revuelta. Hacia una nueva cultura política

6 octubre, 2023

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desinformemonos.org

Chile pos revuelta. Hacia una nueva cultura política

“El nombre es porque aquí trenzamos el tejido social del barrio, que está tan desgarrado”, dice Sebastián mientras recorremos el amplio local del colectivo Trenza la Río. Se trata de un espacio recuperado y negociado con el municipio que alberga diversas organizaciones que surgieron luego de la revuelta popular de 2019. Primero funcionaron en la calle, pero en cierto momento decidieron tomar un colegio abandonado propiedad del municipio.

De ese modo, las organizaciones agrupadas en la Trenza decidieron luchar por un lugar en la Población Juan Antonio Ríos, en la zona norte de Santiago.

“Acabamos de cumplir un año. Somos cinco organizaciones que confluimos en este espacio: la Asamblea Territorial, un Almacén Popular, una Red por el Trabajo Organizado (RTO) que agrupa a trabajadores y artesanas independientes, un club social y deportivo, una coordinadora de mujeres, organizaciones ambientalistas y de adultas mayores de la población”.

El espacio tiene dos plantas. En la baja domina un gran salón donde se realizan conversatorios y recitales, rodeado por una amplia cocina y una habitación más pequeña donde funciona el almacén. En el segundo piso se realizan los más diversos talleres, desde twerk hasta costura, huerta, alimentación y memoria de las luchas.

En esa planta funciona también el Preuniversitario Popular Yoshua Osorio, que prepara a quienes rendirán la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES). Toma su nombre de un joven que estudió en un liceo del barrio y que fue hallado muerto en el incendio de la bodega Kayser, en 2019, al comienzo de la revuelta.

El Almacén Popular Rosa Elena Morales, toma su nombre de la antigua dirigenta vecinal que durante la Unidad Popular fue encargada de la Junta de Abastecimiento y Precio del barrio Juan Antonio Ríos y luego asesinada por la dictadura. “El almacén realiza compras por mayor para revender a un precio popular los alimentos de consumo diario, lo que permite enfrentar de manera autogestionada a las grandes cadenas de supermercados”, explica una integrante de Trenza la Río.

“El almacén popular viene del acopio que funcionaba durante la pandemia, al que llegaban más de 200 vecinos que se abastecen en este espacio, y además hay familias que elaboran productos y los venden aquí, miembros de la red de trabajo, entre ellos alimentos como avenas, aliños y otros”, explica Sebastián.

Por su parte, la RTO trabaja por el buen vivir, junto con artesanos para hacer ferias autogestionadas, en las que participan trabajadores sindicalizados en empleos formales o informales.

“Esto es como una familia, nos conocemos del barrio, nos cuidamos todos del aseo, de las comidas, con un calendario. Todo desde la solidaridad. Se hacen muchas comidas, tallarinadas, porotadas, para recabar fondos para el espacio o para situaciones particulares de familias o personas”, sigue Sebastián.

Muchas veces las vecinas y vecinos proponen actividades o llegan a Trenza la Río a colaborar. El taller de twerk tiene mucha recepción, en particular entre las mujeres jóvenes. Pero también utilizan el espacio colectivos barriales porque Trenza es todo un referente en la población.

“El bajón nos ha afectado, claro, pero no nos quedamos con una derrota institucional, estamos centrados en los vecinos y vecinas, por eso lo que pase en el plano institucional no nos afectan tanto. No le apostamos a la Constituyente, somos un espacio autogestionado, apartidista y autónomo. Se escucha que hay vecinos que se sintieron derrotados y ya no tienen fuerza para seguir adelante”, concluye nuestro anfitrión.

Yo me Libro del Olvido

A mediados de junio se realizó la feria Yo me Libro, una propuesta de la editorial Quimantú en 2008, con el objetivo de abrir espacios en la ciudad para encontrase con otros grupos.

Mario Ramos enhebra una breve historia de la feria: “Ya son 22 ferias Yo Me Libro y un gran avance es que ya no las organiza la Quimantú, sino que viene gente a proponernos hacerla y les decimos, ´hagan´. Se ha convertido en un modo de hacer de los colectivos que se apropiaron de las ferias”.

Para las ferias que van rotando por barrios, invitan a editoriales alternativas de abajo que lanzan sus libros, pero también participan organizaciones sociales y territoriales. Hace tiempo que el colectivo Quimantú decidió no ceñirse a los espacios tradicionales (bibliotecas, universidades…) sino que apostaron por calles y plazas para propiciar encuentros entre iguales, para tejer entre organizaciones.

La Quimantú se inscribe en una larga historia. Bajo el gobierno de la Unidad Popular, desde 1971 y en sólo dos años, imprimió 250 títulos y doce millones de copias (en un país que entonces tenía 8 millones de habitantes), a precios muy bajos para que fueran accesibles a los sectores populares. La editorial imprimía 500 mil libros por mes, desde educación popular hasta literatura universal, historia y pensamiento crítico.

No sólo eso, la Editorial Nacional Quimantú fue una empresa socializada a cargo de los trabajadores, al punto que cinco de sus once “gerentes” eran obreros de los talleres, elegidos por sus 800 compañeroas. La gestión obrera dio varias sorpresas, mostrando que podían mantenerse sin financiamiento del Estado.

La actual Quimantú se reclama heredera de esa tradición, vende sus libros casi al precio de costo (entre dos y cinco dólares), y mantiene la vocación de que los más pobres puedan leer y hacerse con la posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico desde abajo, en base a sus propias vivencias, culturas y cosmovisiones. Todo un desafío.

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Está naciendo una nueva cultura política, que ha conseguido atravesar gobiernos y procesos constituyentes. El núcleo de esa cultura está en movimientos como el mapuche autonomista, en sectores de estudiantes de secundaria y del feminismo de abajo, y en algunas resistencias ambientalistas.

Uno de los problemas es que este sector crece de forma muy lenta, lo hace en los márgenes geográficos y sociales, por fuera de los marcos institucionales. Por lo tanto, es poco visible para los medios del sistema.

Otro problema es que a menudo esta forma de hacer se presenta entremezclada con la vieja cultura revolucionaria estatista, con la cual no es sencillo trazar fronteras porque sus defensores son compas con gran compromiso y valiosas experiencias. No obstante, el “ego revolucionario” sigue siendo muy potente, como ha señalado en repetidas oportunidades Michel Foucault (“¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno cree ser un militante revolucionario?”).

En esta ocasión, pude comprobar que esta nueva cultura se manifiesta en prácticas bien interesantes, como Trenza la Río en Santiago, la Casa Roja en La Serena, la colectiva Quimantú, el Movimiento por el Agua y los Territorios, entre muchos otros.

Una características común es que se trata de organizaciones que no crean aparatos, entendidos como modos verticales, caudillistas y autoritarios, de vocación estatal/patriarcal. Lo potente en estos espacios son las prácticas concretas, asamblearias y autogestivas.

En la ronda formada por casi cuarenta personas, aparecieron los principales desafíos y problemas que enfrentan los movimientos: las que llaman como “leyes anti pueblo”, del actual gobierno, como la ley contra las tomas que criminaliza la recuperación de tierras o de cualquier espacio, pero también la de “gatillo fácil” que le otorga aún más poderes a los aparatos represivos.

Denunciaron la pobreza generalizada en el Chile actual, algunas mujeres se preguntaron “cómo seguir” en esta situación tan compleja dominada por un gobierno que se dice progresista, y un joven reflexionó sobre los 50 años del golpe de Estado diciendo que “el enemigo asesinó para imponer este modelo”, mientras una de la numerosas jóvenas presentes recordó que “el gran problema es la macropolítica”, en referencia a los modos de los partidos.

Mario de Quimantú ensayó una buena síntesis de estos 50 años que medio Chile conmemora: “El referendo de la Constitución fue la tercera derrota. La primera fue el golpe de Estado de Pinochet en 1973; la segunda la democracia con el gobierno de Aylwin; y ahora el estallido fue enterrado por el Rechazo en la constituyente. Por eso necesitamos una mirada crítica y crear nuevas herramientas colectivas”.

No hubo síntesis ni deseo de llegar a conclusiones que unificaran un debate extenso e intenso. Alguien dijo que no pretenden la homogeneidad; y así van caminando, sabiendo que en unos días volverán a encontrase con otras agrupaciones en un intercambio tan inagotable como la paciencia de quien quiere cambiar el mundo.


Nota publicada originalmente en desinformémonos

Compartimos la conversación que tuvimos con Raúl, sobre su visita reciente a Chile, en nuestro programa Desordenando Mundos que se emite los miércoles a las 18 hora en radiopedal.uy