Uruguay

El agua que nos define | Especial Día Mundial del Agua #4

24 marzo, 2021

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Agustina Grenno

El agua que nos define | Especial Día Mundial del Agua #4

Los habitantes de la cuenca del arroyo Solís Chico denuncian la planificación y realización de obras que amenazan tanto la salud del arroyo como la de los pobladores. Esta nota da cuenta de ese proceso inconsulto, pero también invita a reflexionar sobre el valor social de esa agua que está viva, que es vida, que nos define.


Vivimos en la cuenca del arroyo Solís Chico, que atraviesa el este de Canelones e involucra a 5 municipios. Las nacientes se forman en la zona de mayor serranía de Canelones, específicamente en el Cerro Mosquitos. El trayecto atraviesa zona rurales, poblados y desemboca en el Río de La Plata, a orillas del cual se formaron dos de los balnearios más antiguos del departamento: Parque del Plata y La Floresta.

El arroyo Solís Chico está designado como la futura fuente de agua para toda la Costa de Oro de Canelones. Es el arroyo más limpio del departamento, lugar de esparcimiento y de práctica de distintos deportes. En sus orillas y ramblas son fundamentales en la vida de los balnearios. Y, además, este arroyo es fuente de agua para distintos emprendimientos agropecuarios y para la fauna y flora de la zona. En definitiva, el Solís Chico y sus afluentes nos dan vida.

Tanto las autoridades departamentales como las nacionales tomaron decisiones sobre el tratamiento de este arroyo que nos generaron alerta y preocupación. Hace más de cuatro años asistimos a la planificación y, en muchos casos, concreción de obras que amenazan la salud del arroyo y de los pobladores. Y decimos asistiendo y no participando porque una de las características principales de estos proyectos es que, incumpliendo la ley número 18.610, nunca se nos dio a los pobladores de las distintas zonas la posibilidad de participar en las instancias de planificación, gestión y control que la ley establece.

En estos cuatro años se han planificado acciones en distintos niveles sobre la cuenca del arroyo Solís Chico:

1. Se estableció que el sitio de disposición final de residuos para todo el departamento de Canelones, que implica entre 500 y 600 toneladas diarias de residuos sin clasificar, se ubique nada más y nada menos que en la zona del Cerro Mosquitos, es decir, en las nacientes de la Cuenca. Esta zona es un acuífero formidable que cuenta con manantiales de agua prístina, incluso en la zona más alta del Cerro

2. Se dispuso el trasvase de agua del Solís Chico a la laguna del Cisne cuando esta estuvo colapsada por la enorme demanda de la Costa de Oro. Pero cuando intentaron obtener agua en el punto donde se realizó la obra se dieron cuenta de que la salinidad del agua llegaba hasta ese punto, algo que los pobladores de la zona sabíamos. Incluso algunos lo advirieron, siendo ignorados como en las demás oportunidades.

3. Ante la falla de esta obra -en la que se perdió mucho dinero de todos los uruguayos y se afectó el ecosistema con la tala del monte ribereño y los movimientos de tierra- se decidió extraer agua del principal afluento del arroyo Solís: el arroyo Mosquitos. Nuevamente, esto se realizó a último momento, sin planificación ni valoración de impacto, y sin participación de la población. A partir de esa decisión, diariamente pasaban por el centro del pueblo entre diez y veinte camiones, de aproximadamente treinta mil litros cada uno, para extraer agua y llevarla a potabilizar a la planta de Costa Azul. Y aunque esto fue necesario porque en la costa estaban sin agua, fue otra acción realizada sin la debida planificación y sin siquiera la notificación a la población de la zona.

4. Se planificó crear una nueva toma de agua en el Solís Chico para trasvase de agua a la Laguna del Cisne, ahora unos dos o tres kilómetros más al norte. Esto se hizo, nuevamente, sin participación de la población en la planificación y gestión de la obra, que ya está ejecutándose.

5. Se comenzó a realizar una obra sobre la desembocadura del arroyo, que aun está en ejecución. Si bien en esta oportunidad hubo algunas instancias de participación, luego no fueron escuchadas muchas de las inquietudes ambientales allí planteadas. De hecho, ya está habiendo problemas con la obra, al punto que se tuvo que desahacer lo hecho y volver a empezar.

6. Se proyectó la construcción de una represa sobre el arroyo Sarandí, que recorre de norte a sur la zona más occidental del departamento y desemboca en el Río de la Plata a pocos kilómetros del arroyo Solís. Al sur el agua del Sarandí es utilizada y tratada por la planta potibilizadora de Costa Azul. La represa que se proyecta al norte tendría una superficie aproximada de 40 hectáreas. Una vez más no hubo participación de la población, como establece la ley.

7. Se ejecutó la obra de pluviales en Parque del Plata Norte con el objetivo de evitar inundaciones. Sin embargo, la inversión y desmonte en la calle 60 no previó el tratamiento integral de las aguas que desembocan en el arroyo, pese a las recomendaciones y protestas de los vecinos en ese sentido.

En algunos de estos proyectos intervino la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) como veedora de los estudios de impacto ambiental realizados por las empresas involucradas. No obstante -y del mismo modo que hará con el proyecto Neptuno-, la Dinama observa, corrige, “acomoda”, pero a la hora de sentarse en una audiencia pública o jaraquizar intereses siempre vimos a sus técnicos y técnicas codo a codo con las empresas y, lamentablemente, junto a actores políticos de distinta relevancia. Es decir, los intereses del capital siempre han prevalecido frente a los intereses de los ecosistemas, de los pobladores de la zona afectada por el proyecto e incluso frente a la salud de los destinatarios de este “bien” cotizable en el que quieren transformar al agua.

Hace algún tiempo un integrante de la Federación de Funcionarios de OSE nos dijo en una charla informal que cuando iban a dar talleres a las escuelas les preguntaban a los niños si sabían a qué cuenca pertenecían. En ese momento nos dimos cuenta de que, en general, muchos y muchas no somos conscientes del valor social que tiene el agua.

El agua que sale de las cañerías, la que utilizamos como bien material, la que nos brinda confort, alimento, salud, la que usamos para alimentar animales y regar cultivos; esa agua que nos han inculcado que es un material inerte comprable y vendible, embotellable y dominable; ese “bien” o “recurso” al que tenemos derecho y que de una forma u otra debemos defender, porque de otro modo perderíamos confort, salud y, en el más dramático de los casos, la vida, no es solo eso. El agua está viva, esa agua que corre, que cicla, que pasa por los tres estados de la materia, define climas, flora, fauna, territorios.

Las olas en las que surfea el actual presidente alimentan al pescador y al lobo de mar; el río o arroyo en el que aprendimos a nadar sacian la sed de los carpinchos y guazubirás; la laguna en la que nadan y se reproducen los cisnes alimentan a miles de uruguayos. El agua viva es esa alrededor de la cual por millones de años las distintas especies, y especialmente el ser humano, han formado comunidades, se han reproducido, se han desarrollado y también han sucumbido.

¿Somos conscientes, como habitantes de estas cuencas, que posiblemente ese arroyo, esa cañada, ese río, ese mar nos definen?

El territorio, la cuenca en la que vivimos nos va moldeando. Lo ha hecho por millones de años. Somos ese territorio, aunque la globalización y el ponerle precio a todo nos lo haga olvidar por momentos. Cada uno de nosotros tiene una conexión con el territorio que habita y, en el fondo, con el agua que define a ese territorio.

La mayoría de nuestros gobernantes y sobre todo los dueños de los grandes capitales son muy conscientes de esta interrelación entre el agua y los habitantes de un territorio, saben que si se adueñan del agua se adueñan de nosotros y de varias generaciones después de nosotros. ¿Lo vamos a permitir? ¿A qué cuenca pertenecen?