América Latina

No future

2 agosto, 2023

Escrito por:



Imagen:

KangHee-Kim

No future

Hace poco se hicieron 50 años de un golpe que intentó y logró a través del terror esparcir como un virus el miedo, desaparecer amigos, madres, hijos, llenarnos de impotencia, de malestares psíquicos, de fragilidades laborales y sociales. Los pobres de este mundo saben que la masacre es una posibilidad siempre latente. ¿Qué hacer entonces y sobre todo cómo?


La cuestión social hoy se expresa de diversas maneras: cada vez más frazadas y cartones tapando las sombras de un modelo que ya sabemos fracasado, malestares varios como ansiedad, depresión, búsquedas desesperadas de formas de vida respirables. Ausencia de agua potable en un país que posee reservas de agua que se formaron junto al planeta, hace 4.600 millones de años, cambio climático, inundaciones inminentes, agro-tóxicos y microplásticos en nuestros cuerpos. El fin de la vida tal como la conocemos parece inexorable. Y, sin embargo y también por ello, la voz (¿interna? ¿común?) insiste en que otras formas de vida son posibles.

“No future” decía el movimiento punk. Tengo una hija pequeña, me es difícil pensar que no habrá futuro. Al menos quisiera dejarle una pequeña burbuja respirable. Pero luego pienso que “No future” es distinto a decir “esto es lo que hay”. “Esto es lo que hay” es impotencia resignada y triste. «No future» en cambio, es aceptar que no hay salvación externa posible, que algunos procesos de deterioro del planeta son irreversibles en el corto plazo. Sabemos con plena y angustiosa conciencia que este modelo fracasó y nos sentimos como huérfanos perdidos. Sin futuro anticipable y sin mapa.

Dice Diego Sztulwark que la política es la capacidad de inscribir igualdades nuevas. La política es la necesidad de vincularnos con nosotros mismos, los otros, la ciudad y el planeta.

Un recuerdo del confinamiento en la pandemia: la sensación de que tenía una vida pero que ella debía ser más que esa pesada carga a gestionar en automático, la de una permanente deuda de eso que llamamos vivir en la imposición neoliberal del rendimiento. Aunque me daban miedo, las preguntas se instalaron como un susurro.

Ya sabemos que la explotación capitalista, el racismo, y el machismo son un problema, es decir, la defensa de la no-igualdad entre las diversidades de modos que somos eso que llamamos vida humana. Diego Sztulwark dice que hace más de 40 años que no trabajamos, pensamos, en qué cosa sería el no-capitalismo, la igualdad actualizada. Dice que suspendimos esas preguntas. Me gustaría volver a pensar en colectivo cómo hacer posible pensar la vida fuera del mandato autoritario capitalista. Sabemos en nuestros cuerpos que no terminamos de cuajar en este extractivismo cruel.

Las derechas nos insisten que mejor volver al tiempo en que esas preguntas no se hacían: volvamos a la familia, la pertenencia clara de clase social, las jerarquías. Volvamos al momento antes de los feminismos y la diversidad sexual. Volvamos, nos dicen.

Pero aunque eso no es posible, con esa fantasía prometeica ellos seducen. Saben que el colapso es inminente y tienen miedo, están apurados por exprimir hasta la última gota de ganancia creyendo así asegurar su supervivencia y la de sus apellidos (paternos).

La matrix parece haberse vuelto ingorbernable. Pero las crisis nos permiten ver con claridad algunos nudos, abren bifurcaciones, suspenden el tiempo lineal y cronológico. Ellos lo saben y tienen miedo. Y cuanto más miedo más control social despliegan. Las crisis son experiencias ambivalentes y ambiguas. No sabemos en qué momento nuestros malestares se alinean con los de los demás en una politización original.

Fragilidad emocional, ambiental, laboral y social

Pareciera que no podemos plantear un solo problema importante de nuestro país a partir de las reglas que nos impone la dependencia neo colonial capitalista global. Y pareciera que el progresismo acepta resignadamente y sin más, cuando no gustosamente, esta subordinación. ¿Podremos pensar nuevas formas de la lucha de clases?

Dice Diego Sztulwark que el neoliberalismo se impuso entre nosotros en una acto de guerra deliberado, como un acto de guerra tan contundente que produjo por efecto una ilusión de paz. Pero esta paz no es paz, es miedo internalizado porque el acto fue y es tan brutal que ¿quién se animaría a desafiarlo?

Porque esto inicia con 30.000 desaparecidos. Un genocidio. Ese acto de guerra primero fue desposesión y luego un arrojarnos al mercado salvaje. Esos procesos tienen un efecto: la desensibilización.

Caminando por Río de Janeiro encontré esta imagen con frases de Carolina María de Jesús.

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Ella nació probablemente en 1914 y murió en 1977, fue escritora, poeta, sambista, dramaturga y clasificadora de residuos. Nació en el campo, vivió en una favela y en una casa en San Pablo. Su abuelo, de origen bantú, fue esclavo en Brasil. Ella nunca se resignó al lugar asignado por ser negra, por ser pobre, por ser mujer. «Un día se apoderó de mí un deseo de escribir: escribí», dice hoy desde esa pared.

La vida de Carolina María es conmovedora y sensibles sus palabras: “Quando você esta triste, olhe para o céu e lembre-se de que existem estrelas que brilham mesmo na escuridão” o “Quando o homem decida reformar a sua consciência, o mundo tomará outro roteiro”.

Pero lo más impactante creo, es su irreductible voluntad de asir su propria vida, de convertir el centro del dolor en la fuerza del dolor y sostener una apuesta: “Ah, comigo o mundo vai modificar-se. Não gosto do mundo como ele é.”

Hagamos como ella, si tampoco nos gusta el mundo tal como el está siendo, tratemos de modificarlo y modificarnos al unísono para ampliar los hilos que sostienen otros mundos posibles.

Si no hay futuro, al menos elijamos como vivir este presente.