Hace poco más de una década, por distintos motivos, las abejas mueren en el mundo antes de tiempo. Según un estudio del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, en Uruguay alrededor de una cuarta parte de las colmenas se pierde cada año, entre otros factores, por la afectación de los agroquímicos.

La producción de miel ha descendido considerablemente en nuestro país los últimos años, pero, además, ha sido rechazada en otras latitudes por no cumplir con los estándares internacionales. Es el caso de Alemania, que en 2016 rebotó una partida de miel por estar contaminada con glifosato. Pero la reducción de las abejas no solo afecta la miel, sino también la biodiversidad, ya que la polinización hace posible la producción de granos, vegetales y frutas.

A fines del mes pasado, unos 300 productores apícolas participaron de la Asamblea Nacional de Apicultores. Ellos estiman que en los últimos diez años la cantidad de apicultores pasó de 4.000 a 2.500 y pronostican que este número continuará en descenso.

La Asamblea aprobó “solicitar la prohibición de los agroquímicos que afectan a los polinizadores y tienen un efecto deletéreo sobre el medioambiente y la salud humana”, así como apoyar el proyecto de ley¹ sobre el tema, que se encuentra a estudio del parlamento. Además resolvió movilizarse, medida que concretará el martes 18 de junio en las inmediaciones del Palacio Legislativo.

El proyecto de ley, presentado por los diputados de Unidad Popular, Eduardo Rubio, y del Frente Amplio, Darío Pérez, prohíbe el uso de determinados agroquímicos que perjudican a las abejas y su producción. La norma adjunta y cita investigaciones internacionales que evidencian los problemas que causan estas sustancias.

Cuando muere un mangangá

La Asamblea Nacional de Apicultores y la Sociedad Apícola del Uruguay (SAU) afirman que la base del problema que padece el sector es el modelo actual del agronegocio, que utiliza masivamente agroquímicos y no es sustentable ambientalmente. Ruben Riera, presidente de la SAU, dijo a Zur que “así como la miel ha visto perjudicado su comercio hacia Europa por los residuos de glifosato, también este tipo de dificultad se puede presentar en otros rubros de la producción nacional, como el lácteo o el cárnico”.

Para los apicultores organizados, se trata más de definir cómo se proyecta el modelo agroproductivo que de (solamente) prohibir ciertos agroquímicos: «Estos días se aprobó una variedad de trigo transgénico² resistente al glufosinato, un herbicida. Entonces luchamos contra el glifosato y, cuando lo vencemos, aparece otro».

“Siempre despiertan alarma las mortandades masivas, pero también hay mortandades sutiles, atenuadas, que van despoblando a las colonias de abejas, cuando necesitamos grandes poblaciones para una buena cosecha. Además los neonicotinoides (insecticidas que pretende prohibir el proyecto de ley) tienen efectos subletales, que hacen que las abejas permanezcan vivas pero poco operantes, con trastornos de la memoria gustativa y olfativa, pérdida de orientación y capacidad de vuelo”, explicó Riera.

Sin embargo, el apicultor señaló que las abejas cuentan con ventaja frente a otras especies. A diferencia de los insectos que son polinizadores nativos o silvestres, éstas pueden ser controladas por los humanos y trasladadas a los lugares donde son necesarias. “La virtud de las abejas -afirmó- es que, por lo menos, tienen a los apicultores, que ponen el grito en el cielo cuando ocurren las mortandades. Pero cuando muere un mangagá o una mariposa es como que no sucediera nada, no tienen quien los defienda”.

 ¹ Proyecto de ley disponible en: parlamento.gub.uy/documentosyleyes/ficha-asunto/143407

² Para más información, véase la siguiente nota del investigador de la Udelar Claudio Martínez Debat: www.facebook.com/claudio.martinez.debat/posts/10157256765348431