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Silvia Federici: “La resignación es un lujo”

29 julio, 2024

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Silvia Federici: “La resignación es un lujo”

“Este catastrofismo y este sentido de parálisis es en realidad un lujo, porque la gente debe seguir viviendo. Continuamente nacen nuevas generaciones, nace infancia cada día. Entonces es un lujo decir «bueno, no podemos hacer nada». La resignación es un lujo”


Ciclo de conversaciones: ¿Qué tiempos son estos? 

En el marco del décimo aniversario de ZUR, les invitamos a un ciclo de conversaciones que venimos realizando con diversas personas. Desde su quehacer, estas voces nos ayudan a concebir maneras de habitar el mundo, entenderlo, nombrarlo y organizarnos frente a aquello que deseamos transformar.

Vivimos en un contexto marcado por la confusión y la sobreinformación, por guerras y genocidios transmitidos en televisión, y por nuevas izquierdas que parecen replicar prácticas de viejas derechas. Consideramos que estas conversaciones pueden servir como coordenadas para los tiempos que corren, en los que encontrarnos se ha vuelto un desafío.

Les invitamos a seguir el hilo de estas conversaciones. Por favor, compártanlas con quienes puedan interesarse, y si lo desean, envíen sus resonancias a través de las redes sociales de ZUR @zurpueblodevoces.


Silvia Federici nació en Italia, hace varios años vive en Estados Unidos, es feminista desde los setenta y en el último tiempo nos ha prestado palabras para entender y sacudir el mundo. 

Diego Castro: Estamos con Huascar aquí invitando a algunas conversaciones. El portal Zur está cumpliendo 10 años. Entonces nos pareció un buen momento para preguntarnos qué tiempos son estos los que estamos viviendo, que de alguna manera también implican un cambio. Estamos viendo múltiples guerras, genocidios, crisis climática, pero también luchas muy potentes. Entonces, la primera pregunta que te queríamos hacer es esa. Para vos, ¿qué tiempos son estos los que estamos viviendo? 

Silvia Federici: Yo creo que es un tiempo muy peligroso. Son tiempos muy difíciles. Son tiempos que van a decidir nuestro futuro porque todas las fuerzas políticas, económicas del sistema capitalista se están concentrando en una guerra en múltiples frentes. No es una guerra solo con las armas, con los soldados, con los paramilitares, también con medidas económicas y políticas. 

Aquí ahora, en los últimos días, en los Estados Unidos, no sé si han escuchado, por ejemplo, que la Corte Suprema de Estados Unidos ha decretado que un presidente de la república no será juzgado por nada que haga en sus funciones públicas. Fíjate, eso es un micro ejemplo que nos muestra los recortes de cualquier derecho constitucional, vemos esta voluntad de expropiarnos a todos los niveles. Puede ser de la tierra, puede ser de los compromisos, de los derechos que hemos conquistado con muchas luchas, puede ser la garantía del futuro, de tener recursos adecuados para sustentarnos. 

Entonces, es un momento muy difícil. Yo creo que este momento necesita no solamente de luchas aisladas, sino que también es necesario crear movimientos grandes, conectados entre sí, que tienen un terreno común y que tienen una visión de cómo construir un otro sistema. 

Huáscar Salazar: Silvia, este tiempo que vivimos también sentimos que es un momento que paraliza, un discurso catastrofista que tiende a abrumarnos, como si estuviéramos viviendo el fin de todo y que no hay nada que hacer. ¿Cómo enfrentar esta sensación de parálisis? 

S.F.: Yo creo que este catastrofismo y este sentido de parálisis es en realidad un lujo, porque la gente debe seguir viviendo. Continuamente nacen nuevas generaciones, nace infancia cada día. Entonces es un lujo decir «bueno, no podemos hacer nada». La resignación es un lujo. 

Yo pienso que la perspectiva desde donde movernos debería ser que, naturalmente, no hay garantías, no hay seguridades, pero lo importante es comprender y empezar a organizarnos. Comprender cuáles son las formas de lucha que son posibles y que son eficaces. No es verdad que nada se puede hacer. En varios lugares se puede parar el avance de la dirección capitalista. 

Claro que, si vamos a mirar el panorama general, vamos a ver un panorama muy negativo, pero eso no significa que no se pueda hacer nada. Para mí significa que nos pone nuevos imperativos, nos pone a repensar lo que se ha hecho, cómo hemos llegado aquí. 

Entender cómo hemos llegado aquí es importante. En los últimos dos años, me he enfrentado con esta vuelta negativa: la elección de Milei, la elección de Meloni en Italia, recientemente de la derecha en Francia. Por ejemplo, cuando fuimos a Brasil, vimos esta gran fuerza de los evangelistas, que involucra a muchos proletarios. En estas iglesias se ve gente que llega cada vez más, y yo me pregunto «¿cómo fue posible?», he preguntado en Italia, en Brasil. La respuesta siempre es la misma: «Bueno, es que la izquierda no ha sido capaz de ocuparse de las reivindicaciones de la gente». En Brasil me han dicho: «La izquierda ha abandonado completamente las favelas desde hace mucho tiempo”. Si tú eres una persona que no tiene recursos y vives en una favela, y algo pasa —una inundación, un desastre— no hay nadie que te pueda ayudar, solo los pentecostales que están ahí, que te ayudan y que, naturalmente, una vez que te ayudan te ponen condiciones. 

Pregunté a compañeras de Argentina: «¿Cómo fue posible que Milei ganara también con el apoyo de trabajadores, no solamente patrones?». Ellas me dicen las mismas cosas: «La gente estaba tan exasperada, tan angustiada con la política de la dichosa izquierda, que pensaban que era necesario un cambio». 

Entonces, yo creo que este momento de derrota, que parece una derrota y es una derrota, no debe ser interpretado de una forma de imposibilidad o inevitabilidad. No fue algo que no se podía evitar. Me parece que hay una historia que comprender. Es como aquí [en Estados Unidos]: Trump, Trump, Trump. Es terrible, es un dictador, un señor que se puede permitir decir que cuando sea elegido va a ser un dictador, lo dice ahora abiertamente. Pero cuando vemos la alternativa, cuando vemos a Biden y todos los compromisos que tiene; además, de la falta de una visión, la fragmentación de los movimientos que no han sido capaces de juntarse en estos años, que están muy fragmentados, que pelean, que hay muchas divisiones… Yo creo que es el momento de empezar a repensar cómo salir de esta parálisis, que no es una parálisis inevitable, ¿no sé si me explico bien? 

D.C.: Sí, porque en muchos países también tenemos esa sensación de estar como en una trampa. O sea, en los momentos donde los progresismos, la centroizquierda gobierna, hay como mucha falta de expectativa porque no se cumple con los deseos de la gente. Pero cuando la derecha vuelve al gobierno, se recoloca rápidamente y la esperanza está en una especie de calesita, de que uno sustituya al otro y así sucesivamente. ¿Cómo salimos de eso?  

S.F.: Sí, creo que es verdad. Me parece que los problemas en Argentina vienen de mucho tiempo. Esta deuda que se ha acumulado, que ahora el pueblo debe pagar, esta decisión de comprometerse con el Fondo Monetario Internacional. Yo creo que este ha sido uno de los problemas principales, porque es un hecho que ha empobrecido a muchísima gente. Prácticamente, ha sido como subvertir la posibilidad de autonomía del país. 

Entonces, aunque no puedo hablar de lo que pasa en Argentina porque no conozco tanto, puedo hablar de los Estados Unidos, por ejemplo. Tantas necesidades, tantas reivindicaciones que a nivel popular desde hace años no han sido cumplidas. Hay un movimiento feminista dominante que ha luchado por la igualdad, que ha luchado por la política de los derechos, pero no ha luchado para cambiar de forma sustancial las condiciones materiales de vida de la gente.  

Yo creo que aquí hay una cuestión fundamental de entender: ¿cuáles son los grandes problemas de la mayoría de la gente enfrenta, de la gente que no maneja el capital, de la mayoría de los trabajadores? Son los problemas del territorio, de la vivienda, de los recursos para sustentarse, de la falta de tiempo, de los trabajos de explotación. Aquí lo vemos muy bien. La gran crisis que todas las familias —y en primer lugar las mujeres— viven desde hace muchos años: la gran crisis del cuidado, de la reproducción cotidiana de la vida, del hecho que no hay seguridad por el futuro. Estos son los problemas. 

Estaba leyendo recientemente que en Estados Unidos —y hablo de este país porque se dice que es el más rico del mundo— la esperanza de vida está cayendo, no solamente para las mujeres sino también para los hombres, y también para los hombres blancos, para los hombres de la clase trabajadora. Hay un incremento de los suicidios entre los trabajadores blancos, de las muertes por alcoholismo, por depresión, por drogas; el diagnóstico general es que hay un malestar, hay infelicidad, hay una preocupación por el futuro. La gente no se siente bien, no se siente protegida, siente que en cualquier momento su vida puede ser completamente destruida, pueden perder todo lo que tienen, terminar durmiendo en la calle. 

Yo creo que esta dificultad de los movimientos, de ocuparse realmente de las condiciones de vida materiales, de la cuestión del futuro, la cuestión de la seguridad. No seguridad como la entiende el capital, que es seguridad militar, que es seguridad de la policía, de incrementar la policía, sino de la seguridad en términos de garantizar acceso a los recursos necesarios para mantenernos, y también para salir del aislamiento, para salir de la crisis en la cual nos enfrentamos solos al sistema. 

Yo creo que debajo de todas estas victorias de la derecha, hay una gran rebelión contra un sistema que se dice democrático, contra un sistema que se dice que favorece los derechos humanos, pero que te pone en una situación terrible de precarización de la existencia, de precarización de la vida.  

Incluso para la persona que no tiene enfermedades crónicas, que tiene un trabajo precario, está la sensación de que en cualquier momento puedes perderlo todo, esta sensación —que no es una sensación, es una realidad— de que la mayoría no tiene garantía para el futuro. Porque el sistema de pensiones, el sistema de garantías siempre se reduce más. Yo creo que es esta gran crisis fundamental que la gente asocia con sistemas que se dicen de centroizquierda, partidos de centroizquierda; que todavía son muy procapitalistas, que todavía no han puesto fin a la inversión de las armas y de la guerra. 

Mira lo que pasa con Israel, con Ucrania; tienen el apoyo, la inversión de millones, billones de dólares, tienen el apoyo no solamente de las derechas, tiene el apoyo de la Unión Europea, de Biden. Yo creo que aquí está el problema. Es un problema enorme, no es un problema que va a ser resuelto fácilmente. Es un problema que no sé si vamos a ser capaces de enfrentar, pero si no, va a ser un desastre muy grande por mucho tiempo. Pero esto no significa que no se puede hacer nada. Yo creo que lo que se debe hacer es comprender qué está al fondo de esto, de esta parálisis, de esta vuelta a la derecha. ¿Qué significa la vuelta a la derecha? Es una especie de revuelta. ¿Qué hay debajo de eso? ¿Por qué los que no tienen interés en proteger el capitalismo, en proteger a los ricos, quienes no tienen intereses en la acumulación de capital, por qué votan a estas personas? Es una revuelta, es una especie de protesta, yo creo que se debe leer en esta forma.  

Se trata de comprender cuáles son los problemas, poner sobre la mesa los problemas reales, que es el problema de garantizar la vida, del futuro, de los recursos, del aislamiento, de la enfermedad, del trabajo de cuidado que no hay, de la infancia que se vuelve loca porque no hay tiempo para la infancia. Porque ahora todos viven con el teléfono móvil y sin tiempo de conectar, en un contexto en el cual la militarización de la vida, la presencia de una política donde la guerra es un fenómeno permanente, se traduce también en una cultura de violencia que afecta todos los momentos de la vida, incluso los niños, la infancia. Hace unos días estaba en Italia, y me dicen que hay un gran problema son los baby gangs1, pequeños que son violentos, que golpean a sus compañeros, que roban. No porque lo necesitan, no porque son pobres, sino porque es toda esta cultura.  

Bueno, a lo que me refiero es que yo creo que es importante hacer un análisis de fondo. 

H.S: Silvia, rescatando lo que venías diciendo, alguna vez escuché decirte «el menos malo es el peor». Me parece una afirmación muy interesante y que hace mucho sentido en distintos contextos, no solo porque podemos entender de otra manera estas políticas implementadas por lo que se considera como “menos malo», sino también por lo que implica para las organizaciones sociales y los procesos organizativos. Porque, por lo general, optar por «el menos malo» ha significado en muchos escenarios procesos de desorganización política. ¿Qué opinas sobre eso? 

S.F.: Sí, yo creo que la cuestión no era optar por el “menos malo”, el problema era no haber creado una tercera alternativa. Últimamente me parece como una danza perversa, por ejemplo, que vivimos aquí en los Estados Unidos entre la derecha o la dichosa izquierda o el centro, que sería Biden, que está financiando el genocidio de Israel. Está adoptando la misma política de Trump, de la derecha, con la inmigración y en todos los problemas fundamentales.  

Ahora que se vienen las elecciones, Biden está haciendo cosas como cancelar la deuda de varios estudiantes, una gran campaña para buscar votos porque sabe que está en peligro de perder. Pero si vamos a ver toda la historia, si vamos a ver qué ha hecho este Partido Demócrata, podemos ver que en realidad necesitan a Trump, necesitan a la derecha. Como no han sido capaces de satisfacer las necesidades fundamentales de la gente, es solamente porque hay un monstruo, porque hay un gran peligro, porque hay fascistas a la vuelta de la esquina, que la gente los va a votar. 

Entonces, me parece que esta alternativa no es una alternativa que podamos aceptar. Es una alternativa que sigue destruyendo energías que deben emplearse de forma diferente para crear alternativas, para crear movimientos que sean capaces de conectarse. Por ejemplo, ¿por qué no hubo huelgas generales frente a lo que pasó hace dos días, cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos les dio poderes monárquicos a los presidentes de los Estados Unidos?, ¡les ha dado poder monárquico diciendo que están sobre la ley! Cuando gobiernan no serán afectados por ninguna ley, es una cosa extraña. Pero ¿por qué no hubo nada, una huelga general? ¿Por qué tenemos movimientos tan desempoderados? Yo creo que aquí está el problema, la gente no se moviliza porque han perdido el sentir de que algo puede pasar desde el gobierno. Hay una parálisis porque no hay una alternativa. 

D.C.: ¿Cómo conviven esos sentidos, Silvia; que la gente no tenga expectativa en los cambios institucionales o electorales -generando la acumulación de grandes frustraciones- con procesos de autoorganización o de lucha? Porque, por más que gobierne quien gobierne, los procesos organizativos no se desvanecen en el aire, siempre abonan cosas nuevas. 

S.F.: Lo que pasa es que ahora, sea en los Estados Unidos o en Europa, continuamente, en cada elección, se reduce el número de personas que votan. Por ejemplo, se habla de una fascistización de la política en Italia, porque esta mujer [Meloni] —esto es muy interesante, aunque lo hablaremos en otro momento, pero toda la porquería la van a hacer con mujeres, son las mujeres las que llegan al poder: Le Pen, Meloni, la mujer en México [Scheinbaum], ellas dan una cara aceptable a una política desastrosa—. Bueno, lo que decía, [Meloni] fue elegida con el 25% de los votos, pero sólo el 40% de la población ha ido a votar. Es muy extraño porque en Italia normalmente iba el 90%. La gente se da cuenta que no tiene esperanza. Entonces, el problema no es una fascistización del pueblo, el problema es este sentido de parálisis en el que parece que no se puede cambiar, porque parece que no hay una alternativa. 

D.C.: Y la alternativa institucional parece ser la derechización, parece ser que eso es lo único que se habilita como alternativa… 

S.F.: Exactamente, y aquí yo creo que los movimientos de izquierda tienen mucha responsabilidad. En estos días vengo llegando de Italia, he hablado con gente, también he empezado a leer cosas de los años pasados, de los años 70, la historia del colapso del Partido Comunista. Un desastre verdadero, porque el Partido Comunista, que en Italia ha representado la izquierda por muchísimo tiempo —a pesar de que en los años 70 hubo movimientos extraparlamentarios—, pero el Partido Comunista ha hecho miles de millones de compromisos con el capitalismo, también con el poder institucional internacional, con el capitalismo internacional, con los Estados Unidos. Fíjate, Italia hoy es un país pequeño que tiene 140 bases de la OTAN. Yo no sabía esto, yo pensaba que tenían como 10 bases, que me parecía mucho. Pero son 140, es el país del mundo que tiene más bases militares de los Estados Unidos, de la OTAN.  

Esto puede parecer un ejemplo pequeño, pero cómo puede pasar que un movimiento de izquierda —y no hablo solamente del Partido Comunista, hablo de los movimientos extraparlamentarios, que en los años 70 estaban convencidos de ser el movimiento más avanzado—, nunca han hecho una lucha, nunca ha hecho una protesta, nunca ha hablado de la colonización de Italia a través de las bases militares y a través del posicionamiento de bombas nucleares de norte a sur de Italia. Eso es un ejemplo pequeño, pero yo creo que se pueden buscar en varios lugares muchos ejemplos. 

Por ejemplo, la izquierda nunca se ha preocupado de las condiciones perversas en las cuales viven millones de mujeres que deben sustentarse con el trabajo mal pagado fuera de la casa, deben ocuparse del hogar, deben ocuparse de los enfermos, deben ocuparse de los mayores; viven en condiciones que no les despoja de su tiempo, que les está reduciendo la esperanza de vida. ¿Por qué nunca hemos visto un movimiento de izquierda fuerte —y esto incluye a muchos movimientos feministas—, que haya hecho una verdadera campaña sobre la necesidad de ocuparse de toda la problemática de la reproducción, que es fundamental para la vida de muchísimas personas?  

También están las temáticas de la guerra, de la inversión militar —en los Estados Unidos ahora ha empezado un movimiento abolicionista contra la policía que es muy importante—. Yo creo que debemos repensar ¿qué que se ha hecho?, ¿qué alternativas se han presentado a la gente? ¿cuáles han sido las alternativas reales? Debemos comprender lo que pasa hoy para superar esta visión de que no es posible hacer nada. No es que no se puede hacer nada, yo creo que los problemas son muy claros. 

Hemos vivido, en los años 80-90, una desestructuración de la economía, de la política mundial, que ha cambiado muchas cosas, ha destruido muchas posibilidades. Ha sido la contrarrevolución en respuesta a la subversión social de los años 60, en respuesta a la subversión contra el colonialismo, la subversión frente al patriarcado, la subversión contra todas las medidas que el capitalismo ha desplegado en los siglos para organizarnos, para dividirnos, para explotarnos más intensamente. 

En este tiempo hemos vivido la contrarrevolución, y es un ataque muy fuerte. Pero ¿cómo se ha respondido a este ataque que ha precarizado la vida, que ha expropiado a la gente, que ha creado nuevas formas de división internacional del trabajo? Yo creo que es importante hacer lo que en inglés se dice como go back to square one, regresar al punto de partida para comprender. 

Hubo un gran proceso de desestructuración económica, política y también de la guerra, de la economía global —esto que se nombra como globalización o de neoliberalismo—. En este momento estamos viviendo su último desarrollo con la fascistización de la política, de la economía, de la cultura. Entonces, en este contexto es importante comprender ¿qué se ha hecho?, ¿cuál ha sido la respuesta?, ¿qué es lo que no se ha hecho?, ¿qué es lo que no se ha intentado? 

Yo lo veo con relación al feminismo. Por ejemplo, toda la cuestión de la reproducción social ha sido puesta sobre la mesa por las trabajadoras domésticas. El discurso del cuidado llega a la perspectiva feminista, llega a la política feminista a través de la lucha de las trabajadoras domésticas, no a través de la lucha de las feministas mismas; ellas estaban concentradas en la lucha por el trabajo extradoméstico, estaban concentradas en la lucha por la igualdad. Por ejemplo, no hemos visto una lucha fuerte en los Estados Unidos contra el ingreso de las mujeres a los ejércitos. Al contrario, las luchas eran para que las mujeres entren al ejército, para que los gays entren al ejército, para que los trans entren al ejército. Ser aceptados abiertamente en el ejército se ha considerado como una conquista. 

D.C.: Esa situación sucede en muchas esferas de la vida, en el sentido de que, por ejemplo, el esfuerzo que luchas feministas o comunitarias colocan sobre el cuidado de la vida, muchas veces se licúan con esta cuestión de la igualdad del acceso a lugares. Entonces, vos decías volver a ese punto inicial donde nos empezamos a perder, pero también, ¿cuál es el punto inicial del cual podemos aprender de los procesos políticos? Parece ser que casi siempre volvemos al mismo lugar o al menos repetimos estrategias similares, por ejemplo, colocar la expectativa en alguna transformación momentánea política electoral, ¿qué pistas tenemos o de qué nos agarramos para mirar eso?

S.F.: Yo creo que hay programas y cambios sociales para los cuales es necesario organizarse. Por ejemplo, esta cuestión de la guerra. ¿Cómo es posible lo que está pasando ahora en Palestina? Es una cosa increíble. Escuchaba ayer que ahora están, por segunda vez, expulsando a millones de personas con bombas, con carros armados, y no tienen ningún lugar adónde ir. No solamente han arrestado a miles y miles de profesores, doctores y enfermeras; parece que a los doctores les rompen las manos, los torturan, los desnudan, no les dan de comer. ¿Cómo es posible? Se han encontrado miles y milesen en fosas comunes, han encontrado gente atada sin órganos. ¡¿Cómo es posible que pase esto?! 

Debemos entender que todos hemos vivido un proceso de deshumanización. Hemos aceptado cada día, poco a poco, la barbarie de la vida cotidiana. Por ejemplo, cuando caminas en Nueva York encuentras en cada esquina gente que duerme en la calle, gente que no tiene nada, que no tiene una vivienda. Ahora los criminalizan y hay una ley que los manda a prisión. Entonces, cuando pasas por la esquina, cada uno de nosotros pasa y no sabe qué hacer, pero te impacta. Es una deshumanización cotidiana, te habitúas poco a poco a considerar a los otros como basura, como algo que no es de tu incumbencia, y que no puedes hacer nada. Es una lección continua de impotencia. Yo creo que eso te habitúa, te prepara para aceptar que en Palestina se torture a la gente, se la mate, se hagan cosas de fin del horror. 

También está el tema de que vivimos todo el día con el computador, con el móvil. La gente va por las calles con el móvil en las manos, es una subordinación a la tecnología. El móvil es una droga. 

H.S.: Silvia, ¿tú crees que esta móviles, pero también la saturación de información, de las noticias falsas, las redes sociales, también es un factor importante en los procesos de desmovilización, de captura de las movilizaciones de las organizaciones? 

S.F.: Sí, claro. Yo creo que los móviles le han ganado 200 años al capitalismo. La gente no se pregunta cómo se producen, se producen con la guerra, matando gente en el Congo, es algo sobre lo que se debe hablar. La izquierda ha celebrado el móvil, diciendo que con el móvil vamos miles [a manifestarnos], en poco tiempo nos encontramos. Me acuerdo de la Primavera Árabe, todos con móvil, sí, pero ¿cuánto duró? En realidad, son luchas que han sido destruidas muy rápidamente. Duran un momento y después, silencio. 

También los autónomos italianos, han dicho que Internet es una nueva forma de los comunes, los comunes digitales. Esta celebración, como si fuera una conquista del proletariado, los comunes digitales que permiten el uso de computadoras y telefonía. Pero en realidad es una forma de aislarnos, de separarnos, de habituarnos a vivir sin los contactos materiales. Y claro, hemos aceptado ciegamente todo esto, porque la gente no se pregunta cómo se produce un computador, cómo se produce un teléfono. Es un desastre ecológico. 

Entonces, creo que hay muchas cosas que no están siendo cuestionadas. Por ejemplo, desde el internacionalismo. La izquierda ha perdido el internacionalismo desde hace mucho tiempo. Se habla de la Primavera Árabe, etcétera, pero no se habla de cómo se producen los móviles, los computadores, cuáles son los ríos de sangre que cuesta esta tecnología. ¿Cómo se puede hablar del uso y no de la producción? 

Creo que hay tantas cosas que se deben mirar: ¿Cómo funciona este sistema capitalista internacional? ¿Qué le permite funcionar? ¿Cuáles son sus mecanismos centrales, sus mecanismos vitales? La división internacional del trabajo, la jerarquía, los racismos, los patriarcados ¿Qué significa en realidad la pauperización, los despojos? 

Comprender cuál es el plan del capital, que es un plan para sacarnos a todos fuera del acceso directo a la tierra, a los ríos, a las aguas. El plan del capital es muy claro: coartar completamente el acceso a la tierra, a las aguas, a los árboles. Todo ello debe ser controlado por las grandes corporaciones, y todos nosotros en las ciudades. Por primera vez en la historia de la humanidad la mayoría de la población del mundo está en ciudades. Estamos perdiendo el contacto y el acceso a la tierra. Una vez que lo hayamos perdido completamente habrá una gran crisis. 

Todo esto debe ser un tema de lucha fundamental: no perder, reclamar, reconquistar el acceso a la tierra, no dejar que se expropie, porque si no, se va a crear un mundo de refugiados, de gente que vive en tiendas. Pero si la vivienda es un lujo ahora, tenemos un proletariado que vive en tiendas, un proletario que debe emigrar de aquí para allá. Yo siempre digo que Palestina es el mundo, te dicen, “no puedes estar aquí, tienes que estar allá. No puedes estar allá, tienes que estar aquí” Está pasando en forma diferente con tantos proletariados, que no saben adónde ir, que mueren en el Mediterráneo, que mueren en los barcos. 

Yo creo que debemos comprender que no hay movimientos con una visión de cambio sistémico. El cambio sistémico, claro, no es un programa de un solo frente, pero deben estar conectados. Deben evidenciar cuáles son los mecanismos centrales que permiten al sistema reproducirse a pesar de la lucha, a pesar de todos los límites. Yo creo que si tenemos una esperanza es en este tipo de trabajo. 

D.C.: Silvia, para ir cerrando, ¿nos podrías contar si estás trabajando en algo nuevo en tu trabajo intelectual? 

S.F.: Bueno, en los últimos meses he podido trabajar menos que antes porque ahora tengo un montón trabajo de cuidado. Yo creo que muchas mujeres están en mi condición también. Pero en los últimos tiempos he trabajado sobre todo en la cuestión de Palestina. Este tema de «Palestina en el mundo», que intenta comprender que hay una guerra a la reproducción social, una guerra para dar al capital el control sobre cualquier aspecto de la vida, el trabajo, la tierra, la ecología, etcétera. En este sentido, también estoy trabajando sobre la nueva caza de brujas, ¿qué significa la nueva caza de brujas que se está haciendo? Las nuevas formas de violencia, particularmente violencia contra las mujeres, cómo se conectan con la violencia en Palestina, con la violencia del militarismo, es la nueva forma de guerra. La cuestión de la guerra y la reproducción. 


Esta entrevista fue realizada el 3 de julio de 2024, en una conversación que Silvia mantuvo con Diego Castro y Huáscar Salazar.