Uruguay

Nosotras y la ternura. “Ser como agua cuando la realidad es como piedra”*

31 marzo, 2022

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Annya Hourquebie Viera

Nosotras y la ternura. “Ser como agua cuando la realidad es como piedra”*

¿Podemos pensar las prácticas de ternura como uno de los posibles contrapesos a la violencia? Comencé dándole vueltas a esta pregunta con el cuerpo todavía conmovido por la huelga y la marcha de este año hacia el mar.


Práctica y sentimiento ante personas, 
animales o situaciones  
que se consideran merecedoras de amor 
o cariño agradecido 
por su dulzura, fragilidad, 
sostén o alegría desbordada


Hace unos días del otro lado del Río absolvieron a Higui, mujer, lesbiana y villera, criminalizada y detenida por defenderse de un intento de violación. Al salir del juzgado, frente a las personas que se habían convocado, dijo: “La fuerza con que yo declaré, con la firmeza, porque te hacen dudar de tu verdad, eso fue gracias a toda la fuerza, el cariño, la sabiduría, la protección y el respeto que ustedes solamente tuvieron a mi persona». Al escucharla me emocioné mucho y escribí en una libreta: ¡ojalá todas viviéramos una fuente así de ternura, respeto, afirmación, conocimiento y cuidado! ¡ojalá confiemos cada vez más en esas formas del nosotrxs!

Foto: Lina Etchesuri

Segundos después me acorde de Reina Maraz, una mujer indígena que migró en 2009 desde Bolivia a Buenos Aires y poco tiempo después fue presa tras ser acusada de matar a su marido. Me acordé de ella y de su sonrisa en una foto del día que fue absuelta de su condena a cadena perpetua. Luego aparecieron otras imágenes y recordé a otras Reinas. Murmuré para mis adentros una y otra vez su nombre, repase su historia y me encontré perpleja ante un “pequeño detalle”. Reina no supo durante todo su primer año de cárcel de qué se la acusaba porque nadie le explicó en su lengua propia lo que estaba sucediendo. Otra lengua se le imponía sobre su lengua quechua, mientras toda la violencia de la justicia estatal, y su ADN colonial-patriarcal[1], se emperraba con arrasar su vida. El español cayó sobre ella y su lengua materna como una piedra pesada y rígida. Llevándose puesto también su cuerpo, antes preso de la violencia del matrimonio y ahora encerrado en una celda. Reina en ese entonces no pudo defenderse porque no la entendían, ni entendía. Así de injusto, ridículo y cruel.

Pero algunos años después sí pudo salir de esa segunda cárcel. Lo hizo cuando una trama de afectos, prácticas políticas, apoyos materiales y complicidades de todo tipo se tejieron entorno a ella. En 2016 al ser absuelta tomo la palabra y dijo: “Soy Reina. Estoy muy alegre, me sacaron en libertad, ya me sacaron la pulsera que tenía. Muchas gracias por todo lo que me han ayudado, han caminado mucho por mí. Harto me alegro y gracias a ustedes mujeres hermanas. No sé ni cómo me siento, estoy como mareada; ni llorar puedo. Harto les agradezco”. 

Continuo repasando en mi cabeza gestos e imágenes de estos días de marzo. Los ojos de una vecina de la cooperativa donde vivo al relatar que otra mujer le había regalado un frasco de mermelada de su árbol de higos para disculparse tras un conflicto. Los cuerpos de la niñas bailando y sonriéndonos en una de las fiestas previas al 8 de marzo. Otra vecina contándome que nunca había sentido en la calle una experiencia de libertad así al caminar junto a miles hacia la rambla. La emoción y las lágrimas de un grupo de veteranas que esperaban la marcha en una esquina con telas violetas y carteles, y a quienes las mas jóvenes les cantaban “Somos las nietas de todas las brujas que no pudieron quemar” a la vez que algunas corrían a abrazarlas. ¡Cuanta potencia de hacer y crear en esos encuentros! Cuando pude entender algo de esto en mi e ir identificando y significando más plenamente estas vivencias en las relaciones entre mujeres varias verdades se me hicieron evidentes. 

Foto:Rebelarte

¿Podemos pensar las prácticas de ternura como uno de los posibles contrapesos a la violencia? Comencé dándole vueltas a esta pregunta con el cuerpo todavía conmovido por la huelga y la marcha de este año hacia el mar. Estos son días en que las sensaciones se expanden, tanto las gozosas como las desagradables. Vivimos un tiempo de rebeldías donde disfrutamos el desborde y la alegría de estar juntas, así como  aparecen demasiadas veces las vivencias y recuerdos de nuestras propias experiencias de violencia. Como camino para ir sanando nos hemos contado en susurros o a viva voz las interminables agresiones recibidas, redobladas ahora por un nuevo y brutal ataque de los dueños de todo.

Pero no sólo se trata de pensar la ternura como contrapeso de la violencia, quizás es más fértil entenderla en sí misma. Sobre todo si estamos sosteniendo espacios-tiempos y relaciones político-afectivas entre mujeres. Hace ya un tiempo que muchas sabemos del disfrute que conlleva compartir tiempo entre nosotras, sostener nuestros vínculos, inventar proyectos, estar para las otras, y el sentir gozoso del transformar trasformandónos. Se nos ha vuelto evidente que esas relaciones afectivo-políticas recreadas y cada vez más densas corroen el mandato patriarcal de división y desprecio en el cual pretenden una y otra vez encerrarnos. Una arista de estas relaciones entre nosotras es para mi la ternura, que implica acariciar los cuerpos, mirarnos cómplices, sonreírnos, cuidarnos y escucharnos-decir con respeto, ese respeto que sintió Higui como regalo amoroso que le dio coraje para hablar y creer en sus verdades. 

Pienso que insistir y ahondar en las experiencias de la ternura entre nosotras implica comprenderlas como un tipo de prácticas corporales, afectivas, políticas y de sentido capaces de expandir y alimentar nuestra energía vital. Ya que las mismas nutren a quienes participan de ellas y dotan de más placer y hondura a nuestros vínculos. La ternura potencia nuestras capacidades colectivas de alojar las diferencias, porque nos permite escuchar y decir con respeto y cariño. Ante la fricción de las diferencias equilibra y sintoniza con nuestra fragilidad y la de las otras, abriendo posibilidades creativas y dotándonos de fuerza desjerarquizadora. Entiendo que la lucha contra la violencia es una fuerza desjeraquizadora porque nos permite poner limites y desordenar las relaciones de dominación y las jerarquías que establecen también entre nosotrxs

Foto:Rebelarte

Quisiera darle por fin la importancia que le corresponde, como parte de las experiencias imprescindibles, gozosas y desesarias[2] de la cuerpa-almada [3] que somos. E insisto, el reverso de la violencia es también la ternura, y quizás a muchxs no se nos ha enseñado de sus delicias y potencialidades. Y si esto es así para varias de nosotras propongámonos como escribió Audre Lorde: “estudiar conscientemente como tratarnos con mutua ternura hasta que esta se convierta en un habito”[4]. Una propuesta ante la falsa creencia de que somos autosuficientes para disponernos al encuentro. Insistir en la ternura nos permite huir de la neurosis del yo – del yo víctima y sufrido o megalomaníaco y egoísta- y caminar al nosotrxs. Ante la (no) vida zombie de quien se niega a salir del modo-avión seamos capaces de conmover y dejarnos conmover. Ante el desprecio y la violencia mejor devengamos gatxs que se enredan en las piernas y ronronean. Ante la dureza hecha piedra que es el mundo patriarcal derrumbándose sobre nuestras cabezas mejor seamos agua, manantial, fluido.

La ternura se mueve a contra corriente y más allá de la erótica de la violencia y es ingrediente esencial en la cocina del placer en todas sus formas. Si nuestro anhelo colectivo es un proyecto histórico de lo vínculos[5], que pueda retejernos con lxs demás y con nuestros territorios, la ternura hace al cuidado de sí y los otrxs. 


*Frase de la filosofa María Zambrano

[1] Rita Segato en su libro “Contra pedagogías de la crueldad” (2018) plantea que es el estado por su propio proceso constitución posee un ADN colonial y patriarcal por tanto podemos pensar del mismo modo la justicia estatal.

[2]La idea desesarias es propuesta por Amaia Pérez Orozco, economista feminista, para poder pensar de forma no escindida el deseo y la necesidad.

[3] Pienso que cuerpa almada es una forma fértil de nombrar la integralidad que somos criticando a su vez la separación patriarcal cuerpo-alma o cuerpo- mente. El alma encarnada o la cuerpa almada se mueve a contracorriente de lo “desalmado”.

[4]Esta afirmación se encuentra en “Mirándonos a los ojos: mujeres negras, ira y odio” (1983).

[5] Propuesto por Rita Segato en su libro “Contra pedagogías de la crueldad” (2018).