Palabras contra el fin del mundo
Compartimos para su descarga el pdf del libro «Palabras contra el fin del mundo» coordinado por Diego Castro y Huascar Salazar, el cual reúne aportes de Silvia Rivera Cusicanqui, Márgara Millán Moncayo y Raquel Gutiérrez Aguilar. El material es un trabajo colaborativo entre las autoras, los coordinadores y la editoriales Bajo Tierra de México, Zur de Uruguay y Atisbos de Bolivia. Para motivar su lectura les dejamos la presentación de los coordinadores y algunos destaques de los textos de las autoras.
«Palabras contra el fin del mundo» descargar aquí
Presentación. Pistas para politizar la crisis socioambiental en América Latina
Las contribuciones de Silvia, Márgara y Raquel que presentamos en este texto tienen su origen en el conversatorio «Luchas comunitarias contra el avance del conservadurismo y las alternativas al ‘fin del mundo’ en América Latina». Este evento fue organizado como parte del IV Coloquio Internacional Horizontes emancipatorios en América Latina. Autonomía y visualidades en resistencia, que se llevó a cabo el 14 de noviembre de 2023 en la Ciudad de México, en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (cialc) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Cuando nos encontramos en México para este coloquio, ambos veníamos experimentando situaciones que, aunque distintas, todas ellas estaban vinculadas a la intensificación del extractivismo en nuestros territorios y a la confirmación de las advertencias sobre la crisis climática que activistas e intelectuales han estado recalcando desde hace ya décadas.
En Uruguay, un país tradicionalmente rico en fuentes de agua y orgulloso de su calidad, enfrentábamos en esos días una crisis sin precedentes: Montevideo y su área metropolitana, hogar de la mitad de la población del país, sufrieron la falta de agua potable durante tres meses.
En Bolivia, los incendios forestales, que ya se han convertido en un fenómeno devastador recurrente, estaban otra vez arrasando sin control millones de hectáreas y la sequía, que azotaba a gran parte del país, no ayudaba. En esos días también nos enteramos de que Bolivia alcanzó el trágico tercer puesto entre los países con mayor pérdida de bosques primarios a nivel mundial, y el primero si es que esos datos se consideran en términos relativos a la población.
Si bien los acontecimientos en nuestros países en ese momento particular marcaban profundamente nuestras discusiones, éramos conscientes de que estas situaciones se manifestaban, de múltiples formas, en todo el planeta. Basta con rascar un poco en las noticias de cualquier región y las que son de este tipo saltan de manera alarmante: cuencas contaminadas, empresas embotelladoras y de refrescos haciendo uso abusivo del agua destinada a la población, minería desenfrenada, expansión de la frontera agrícola que destruye equilibrios ecosistémicos y comunidades enteras desplazadas por procesos de violencia brutal para la ocupación de sus territorios; y, así, un largo etcétera.
Todo esto ocurriendo, además, poco tiempo después de una pandemia que afectó profundamente la salud y la vida cotidiana del planeta, un evento que supuestamente nos aleccionó y nos obligó a tomar conciencia de nuestro entorno y nuestra interdependencia global. Sin embargo, estos problemas se nos vuelven a presentar como inconexos y muchos de ellos ya muy normalizados en nuestra vida diaria.
Una de nuestras principales preocupaciones ha sido —y continúa siendo— comprender los procesos socioambientales en el contexto político latinoamericano. Nos interesa analizar cómo estas situaciones se desarrollan, se recrean, se intensifican y se amplifican dentro de ciertos marcos de gestión estatal. Aunque estos problemas son de carácter global, adquieren formas particulares en cada región. Consideramos que esta articulación analítica específica para Latinoamérica ha sido poco explorada y merece un tratamiento más profundo.
En América Latina, la crisis socioambiental está propiciando un giro cada vez más conservador en la forma estatal de hacer política y, a su vez, esta forma política agudiza los factores determinantes de la crisis socioambiental. Tanto los gobiernos de derecha como los denominados «progresistas» coinciden en mantener las actividades económicas extractivas como eje central de la política pública, manteniendo y generando nuevas formas de violencia.
La alternancia y polarización entre izquierdas y derechas en el continente se ha transformado en un mecanismo perverso de contención del malestar social. Este descontento circula en un bucle entre los extremos de la supuesta polarización, sin encontrar una resolución efectiva. Frente a la crisis climática y la intensificación de las actividades extractivas, esta polarización se difumina, ya que ambas opciones políticas coinciden en la profundización del aprovechamiento de recursos y en la expectativa de soluciones sistémicas a la crisis.
El análisis del panorama político actual frecuentemente se limita a interpretar el auge de las derechas extremas como un problema aislado, llegando incluso a responsabilizar a la población por una supuesta tendencia conservadora. Sin embargo, esta perspectiva omite un factor crucial: la creciente frustración y violencia que caracterizan los escenarios políticos de los gobiernos autodenominados «progresistas», en que las aspiraciones de transformación social han quedado truncadas y las promesas se han convertido en retórica vacía.
Es precisamente en este contexto de limitaciones sistémicas que el discurso de las derechas extremas emerge como una aparente alternativa, ofreciendo una salida diferente frente a un escenario político desalentador. Se presenta como una respuesta sistémica al malestar generado por una política estatal en descomposición, de la cual los progresismos forman parte integral.
Paradójicamente, estas derechas conservadoras terminan beneficiando a los progresismos a largo plazo. Cuando la frustración y el temor se centran en estas derechas, el progresismo resurge como alternativa, y perpetúa un ciclo político sin resolución efectiva. Por eso es por lo que este clima de polarización acaba favoreciendo a quienes se disputan el control del Estado y desactivando la politización crítica de distintos sectores de la población.
En el plano de la crisis socioambiental, este vaivén debilita las aspiraciones de transformación por vía gubernamental y amplifica la percepción de un colapso «inminente e irremediable». Las situaciones críticas experimentadas en los últimos tiempos agudizan esta sensación de agobio. Marina Garcés denomina a este escenario como «condición póstuma»: un tiempo político-vital particular que se enfrenta a la necesidad de actuar ya no sobre la promesa del colapso, sino sobre su inminencia.
En este contexto de despolitización promovida desde la política estatal y gestionada de manera muy versátil en este clima de crisis ambiental, se presentan como parte del escenario polarizante dos narrativas igualmente paralizantes y productoras de impotencia. La primera es la reiterada obstrucción de una comprensión profunda de la situación, ejemplificada por el argumento: «Tranquilos, una tecnología salvadora resolverá el problema». Esta postura sugiere que, si las fuentes de agua dulce del sur están contaminadas por el paquete tecnológico del agronegocio, la solución radica en otro paquete tecnológico que va a ser capaz de desalinizar el agua. Así, supuestamente se resuelve el problema del agua potable sin cuestionar la tecnología ni considerar los territorios sacrificados. Esta perspectiva refleja una desconexión brutal con los ritmos vitales, paradójicamente en nombre de sostener la necesidad vital de agua potable. Se nos ofrece un futuro salvado con heroicidad por una nueva tecnología que no controlamos y que será utilizada para maximizar ganancias… la pregunta retórica es: ¿qué podría salir mal?
La segunda narrativa se basa en la abundante y consistente evidencia empírica de que estamos entrando en una era de colapsos y crisis vitales, donde en apariencia todo está perdido. Esta pérdida, según algunos, podría eventualmente tener el beneficio de «reiniciar» nuestras formas de vida y de habitar el mundo. Sin embargo, percibimos esta narrativa colapsista como igualmente impotente y paralizante, en especial en lo que respecta a atribuir una intencionalidad salvadora (de nuevo) a factores externos a las comunidades de vida que padecemos las consecuencias de dicha ruptura.
Ambas perspectivas, aunque aparentemente opuestas, comparten una característica común: despojan a las comunidades afectadas de su capacidad de iniciativa y comprensión profunda de los problemas que enfrentan, ya sea depositando la esperanza en soluciones tecnológicas milagrosas o resignándose a un colapso inevitable.
Basándonos en nuestras experiencias e intuiciones, optamos por distanciarnos tanto de las narrativas redentoras como de aquellas que nos posicionan de manera exclusiva como víctimas. Hemos experimentado la impotencia que éstas generan y reconocemos la fuerza social que producen y cómo ordenan los sentidos. Sin embargo, las consideramos ineficaces para explorar caminos alternativos. Somos conscientes de la dificultad que existe para desprendernos de estas narrativas una vez que se arraigan en nuestra cotidianidad, por lo que preferimos plantear interrogantes sobre cómo podemos —desde el lugar en que cada quien está en este mundo— materializar nuestras aspiraciones.
Así, nos preguntamos: ¿qué experiencias, pensamientos, memorias, luchas y formas son útiles para comprender y abordar el momento actual? ¿Cómo estamos actuando desde las experiencias comunitarias y comunalizantes, aquellas que sitúan la vida en el centro? ¿Cómo nos hacemos cargo de nuestra decisión política frente a este escenario de izquierdas y derechas que nos lleva por el mismo camino de la debacle ambiental?
Con estas inquietudes y problemáticas en mente, fue que invitamos a Raquel, Silvia y Márgara a compartir sus reflexiones, perspectivas y experiencias. Sabíamos que sus palabras compartidas nos permitirían abrir diálogos colectivos para abordar de manera más fértil todas estas cuestiones, pensándonos de otra manera en este embrollo.
El resultado de aquella conversación nos gustó mucho y por ello les propusimos a las tres y a las compas de Bajo Tierra Ediciones, que nos ayudaran para que aquellos diálogos circulen, allí donde los quieran escuchar. Sus palabras desde trayectorias y experiencias comunitarias aportan sentidos y alternativas “contra el fin del mundo” y “para el fin de este mundo”.
Queremos agradecer la disposición de Márgara, Raquel y Silvia para compartir sus miradas, revisar la transcripción de sus participaciones de manera minuciosa y enriquecerlas. No quisimos estandarizar estos textos y preferimos mantener el formato que cada una decidió entregar en su versión acabada. Finalmente, también agradecemos a Gaya Makaran, colega con quien tenemos varios proyectos en mente, y que fue quien nos impulsó a organizar este conversatorio en la unam.
Seguimos.
Diego Castro Vilaboa y Huascar Salazar Lohman
Silvia Rivera Cusicanqui
«Me resisto también a la fragmentación de las acciones de resistencia: vivimos metidas en casilleros: somos feministas o indianistas; somos ecologistas o anarquistas. La idea de lo ch’ixi es para mí una forma de superar la fragmentación que nos desmoviliza, para resistir las diversas formas de violencia, abiertas o encubiertas, y la que ejercemos contra nosotras mismas, como efecto de la culpa. No podemos vivir asumiendo las derrotas y sintiéndonos en falta por no haber hecho lo que debíamos.»
“Lo último que tenemos que perder es la esperanza: la prefiguración de un futuro más habitable, o la conciencia anticipatoria del deseo, que podrá exceder nuestro tiempo de estancia en esta tierra”.
Márgara Millán Moncayo
«Encontrar hoy ese terreno de mismidad dentro de las diferencias me parece sustancial. Alimentar un sueño transfronterizo, una internacional, a través de las vincularidades del abajo: los feminismos, las luchas de los pueblos, el tequio, la mano vuelta, las cooperativas y todos los agenciamientos que, desde las diversidades y singularidades, sostenidas en el deseo de transformarlo todo, den sustento a una subjetividad rebelde.»
«Como dice la escritora y poeta palestina Adania Shibli: ‘Un lugar de destrucción también es un sitio posible para un poema’. ¿Podremos imaginar una forma organizativa que exceda las fronteras, que recuse el capital y el macho, que haga de nuevo florecer la tierra?»
«Es por ello que lo que nos toca es reactivar, revivir, incendiar de nuevo la radicalidad del imaginario de la superación del capitalismo global. Volver a poner eso en el centro.»
Raquel Gutiérrez Aguilar
«En todo caso, las estrategias comunales reconstruyen la capacidad de intervención en los asuntos públicos, establecen “vetos” colectivos a las decisiones más perniciosas, alientan la confianza entre segmentos distintos del cuerpo social y contribuyen a que nos quitemos de la cabeza las ideas estadocéntricas de que todo cambio tiene que pasar por el aparato de Estado, por la ocupación de algún gobierno central. Claramente, estas estrategias no brindan todas las respuestas, pero sí mueven de lugar las preguntas más urgentes.»
«Estas luchas comunitarias que se mantienen desde el sostenimiento cotidiano y que, de tanto en tanto se despliegan con inmensa energía, nos ayudan a recuperar fuerza e imaginación política en estos tiempos tan difíciles.»