Uruguay

Círculos concéntricos

2 octubre, 2017

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Liniers

Círculos concéntricos


La primera vez que leí la palabra “androcentrismo” fue uno de esos típicos textos de “política pública con enfoque de género” y la verdad es que me pareció una forma medio insípida de referir a aquello que otras preferimos llamar patriarcado. Hasta que la resolución de una jueza vino a colmar de sentido a esa palabreja, evidenciando una vez más que la justicia, además de ciega, es también androcéntrica.


Un círculo puede ser definido como el conjunto de puntos que se encuentran a una misma distancia de otro punto dado. Ese punto a partir del cual se definen todos los demás suele ser llamado centro y la distancia entre el centro y los puntos del círculo se llama radio. Cuando dos o más círculos comparten el centro pero tienen distintos radios se dice que los círculos son concéntricos. Hasta aquí nada nuevo bajo la lluvia montevideana, tan solo geometría básica de nivel escolar.

Teniendo esto en mente, invito al lector o lectora a que se imagine un círculo que tiene por radio una distancia de 300 kilómetros. Y luego otro, más pequeño pero concéntrico al primero, cuyo radio es de 500 metros. Imagine ahora a una mujer y a una niña condenadas a vivir en el espacio que queda entre el círculo grande y el chico, en esa franja circular de apenas 282.742 kilómetros cuadrados (algo así como el 0,06 porciento de la superficie total del planeta). ¿Ridículo no?

Pues bien, más ridículo es que el centro de esos dos círculos en torno a los cuales se determina el espacio vital de una mujer y su pequeña hija sea un hombre. Y, peor aun, que se trate del hombre que sistemáticamente ejerció violencia contra la madre y abusó sexualmente de la niña.

No hay geometría capaz de ilustrar el horror de esta historia, ni son necesarios cálculos matemáticos para que la indignación aflore hasta volverse insoportable. Pero la imagen es tan terriblemente gráfica que no puedo dejar de pensar en María y su hijita atrapadas en esos círculos infames que delineó la justicia uruguaya. Y es que aun sabiendo de su irremediable ceguera, de su manifiesta imperfección, de su simpatía por el status quo y de su gusto por ser garante solo de los derechos de algunos, lo cierto es que todavía no termino de creer que el androcentrismo de esta nuestra supuesta justicia llegue a tal punto que se obliga -ya no en términos abstractos o metafóricos, sino espeluznantemente reales- a que el mundo de dos mujeres esté definido y gire en torno a ese hombre abominable, reinstituyéndolo y legitimándolo como centro concreto, geográfica y geométricamente ubicado, de sus vidas.  

Un viaje de regreso a casa

María es uruguaya pero hasta hace poco vivía en España con quien fue su pareja y es el padre de su hija. Ya separada del hombre a causa de la violencia que no se cansaba de ejercer contra ella, en abril del año pasado viajó a Uruguay para pasar, como todos los años, unas vacaciones con su familia. Fue en el avión que las traía hacia aquí donde María empezó a ver, a partir de un dibujo de su hija, los primeros síntomas de la terrible verdad que rápidamente descubriría.

Ya en Uruguay, las señales se multiplicaron: más dibujos, relatos nocturnos y juegos hipersexualizados hicieron sospechar a María que algo no andaba bien con su niña. Preocupada, y con el consejo y compañía de su familia, decidió consultar a una psicóloga. Los primeros encuentros fueron suficientes para confirmar su temor: la niña había sufrido reiterados abusos sexuales por parte de su padre; constatación que fue confirmada por una segunda especialista.

María decidió entonces quedarse en Uruguay para proteger a su hija y mantenerse ambas lejos de ese hombre violento y abusador. Al inicio él aceptó que no regresen, pero cuando supo de los dibujos de la niña y que ella empezaría terapia su actitud cambió y todo se volvió más complicado. El hombre se camufló de hombre honesto y padre responsable y acudió a la justicia para reclamar la restitución de su hija al país, denunciando a la madre por secuestro. Al mismo tiempo, comenzó a amenazarlas telefónicamente.

Allí empezó otro largo periplo para María: el de los abogados, juzgados y expedientes. Con algo de sensatez, una primera resolución de la justicia uruguaya estableció no hacer lugar al pedido del padre para que regresen. Teniendo en cuenta las amenazas, se dispuso una orden de restricción para que el hombre se mantenga a no menos de 500 metros de ellas y una custodia policial para madre e hija de 24 horas. En paralelo, la justicia española desestimó la denuncia por sustracción, aceptando que la niña viva definitivamente en Uruguay. Entre tanto, la pequeña de ahora cinco años, fue reconstruyendo su vida; tiene nueva escuela, nuevos amigos, sigue una terapia psicológica y, según declaró su madre a varios medios, está muy tranquila aquí.

Sin embargo, ese primer círculo que pareció ser de protección rápidamente quedó encerrado en otro mayor. Ante un segundo reclamo del hombre en España y el inicio de una campaña mediática en la que dice que su hija fue secuestrada, la justicia de aquel país pidió a la local que se obligue a María y la niña a viajar, a lo que la jueza uruguaya que actúa en el caso accedió, instándolas a regresar a España en no menos de quince días (deberían viajar este jueves) y a vivir a no más de 300 kilómetros del abusador, conformándose así, con dantesca inspiración, el segundo círculo.

Si bien la restricción anterior se mantiene y el hombre no puede acercarse a ellas (algo que dijo no cumplirá), el que tengan que dejar el país y la vida que poco a poco lograron reconstruir aquí para volver al lado de un hombre que comprobadamente abusó sexualmente de su hija parece un chiste de mal gusto, aunque lamentablemente no lo es.

En los últimos días María ha realizado una campaña pública para visibilizar su situación y tratar de evitar por todos los medios tener que regresar a España. Cada hora cuenta porque es esta misma semana que deberían viajar. Entre tanto sus abogados siguen trabajando para que la justicia se haga cargo de las dos resoluciones contradictorias, una que establece protección policial y el impedimento al hombre de tener contacto con ellas y otra que las obliga a viajar, y para que el fallo último de la jueza quede anulado.

Conocido el caso, organismos estatales como Inau e Inmujeres han emitido declaraciones donde piden a la justicia que evite que María y la niña tengan que viajar. Asimismo, la solidaridad feminista se hace sentir y a las campañas por las redes se suma una alerta que la Coordinadora de Feminismos realizará hoy lunes a las 19hs frente a la Suprema Corte de Justicia. Además de este caso, la movilización es en rechazo a otra situación que se conoció en estos días y que tuvo lugar en Artigas, donde dos niñas tuvieron que filmar por su propia cuenta el abuso que el padre de una de ellas ejercía para comprobarlo y poner fin a la situación. Se agrega a la movilización la denuncia por un nuevo feminicidio que tuvo lugar en las últimas horas, también en el departamento de Artigas.