Uruguay

Nos vemos en la plaza. Palabras y relatos de ex presas políticas

28 julio, 2021

Escrito por:



Imagen:

Nancy Urrutia*

Nos vemos en la plaza. Palabras y relatos de ex presas políticas

Los relatos más conocidos sobre la dictadura militar hablan de una experiencia homogénea en la cual el sujeto universal es un varón militante. Esto no fue así: no existió un único modo de vivir la represión y las experiencias fueron encarnadas por diferentes cuerpos e identidades. ¿Qué otros relatos conocemos? Un acercamiento a las palabras y relatos que las ex presas políticas han construido.


Una vez, una ex presa política montevideana que actualmente es docente, me contó que comenzaba sus clases preguntando sobre el rehenato durante la última dictadura militar uruguaya. “¿Alguien me puede decir algún nombre de quiénes fueron rehenes?”, preguntaba. Siempre obtenía respuestas. Al menos de algunos de los más conocidos de los nueve rehenes. Sin embargo, cuando preguntaba quién podía nombrar a alguna de las rehenas un gran y pesado silencio se apoderaba del aula. No solo no podían nombrar a ninguna, sino que en la mayoría de los casos desconocían que además de los nueve rehenes, hubo 11 rehenas en iguales condiciones. 

Este es solo un ejemplo de numerosas veces en las cuales los relatos de vivencias represivas durante la última dictadura militar uruguaya (1973-1985) tienen como protagonistas a varones. Los relatos más conocidos sobre el período han construido una experiencia homogénea en la cual el sujeto universal es un varón militante [1]. Sin embargo, diferentes investigaciones y publicaciones dan cuenta que esto no es así: no existió un único modo de vivir la represión y las experiencias fueron encarnadas por diferentes cuerpos e identidades. Tampoco fueron castigados todos los cuerpos por igual, existió una represión diferencial entre hombres y mujeres[3] como han señalado diversos investigadores, no solo en relación a las torturas físicas -incluidos abusos y violaciones sexuales-, sino al particular doble castigo al que eran sometidas las mujeres por subversivas políticas y subversivas del mandato de ocupación del espacio doméstico. 

El proceso de castigo y represión fue diferenciado, pero no solamente. La salida, la libertad, también tuvo sus diferencias. El 10 de marzo de 1985 fueron liberadas una veintena de presas políticas. Una multitud las esperaba en la puerta de Jefatura, las vivaban, querían abrazarlas, celebrarlas. No se lo permitieron: fueron retiradas en camionetas, en grupos de 5 o 6, las dejaban a cada una en su domicilio. En el viaje, sin embargo, se organizaron: “nos vemos en la plaza, nos vemos en la plaza”. Querían celebrar juntas la alegría. Ese mismo día, en plaza Libertad, se encontraron, cantaron, se abrazaron.

Fue diferente el 14 de marzo de 1985, fecha socialmente rememorada por ser el último día de liberación de presos políticos. En Conventuales se realizó la Conferencia de Prensa de los últimos liberados: ninguna mujer estaba en la mesa. Hace pocos años, en 2018, aún persistían las diferentes versiones sobre la organización de la Conferencia, pero hay en el colectivo de ex presas políticas una sensación clara: para ellas nadie organizó una conferencia de prensa y a la del 14 de marzo nadie las invitó, ni siquiera se consideró importante su presencia[3]. Mientras la celebración de la libertad masculina ameritó la organización de un panel en lo alto, la libertad para las mujeres significó ser devueltas a sus casas. Ellas, sin embargo, se rebelaron ante ese mandato y ocuparon la plaza, su plaza de la Libertad .

Como entonces, las ex presas políticas no se quedaron quietas. En 1997, doce años después de finalizada la dictadura, se autoconvocaron. De boca en boca y por teléfono (fijo, por entonces) se invitaron a participar. “Avisá a todas las que conozcas”, se dijeron, “No importa dónde ni cuánto tiempo estuvieron presas”. Desde Montevideo y también desde el interior del país acudieron a la invitación que se hizo desde la consigna“Porque fuimos y somos parte de la historia”. Organizaron la comida y la bebida según sus números de presas: pares e impares. Unas 300 ex presas estuvieron presentes el 31 de julio de 1997 en el que sería el primer Encuentrazo, en Arteatro. Hay numerosos relatos sobre qué sintieron y qué pasó ese día. Si tuviera que sintetizar, lo más recurrente sería que las desbordó la emoción del encuentro -entre risas, llantos, abrazos y cantos- y que en medio de preguntarse cómo estaban se dijeron que tenían que contar lo que les había pasado. Un espiral de encuentros, talleres, publicaciones y eventos comenzó entonces; y aún no para.

Algunas leyendas cuentan que el tejer es un saber que se transmite de generación en generación entre las mujeres de las familias. Y que en el aprendizaje técnico de cómo anudar los hilos de manera tal de crear adornos y prendas, las más viejas también enseñan palabras, historias, y afectos. Así, se puede pensar que existe cierta conexión entre los saberes del tejido, esa tarea de unir hilos con paciencia y dedicación, y las palabras y relatos que unidos pueden construir una trama. La metáfora de la urdimbre como delgados hilos que solos podrían pasar desapercibido pero juntos adquieren visibilidad y fuerza, puede ser útil para pensar la construcción de relatos de las ex presas junto a otras mujeres en torno a lo que vivieron durante el terrorismo de Estado. 

Las mujeres resistieron organizadas durante la dictadura: de diferentes maneras, a lo largo del tiempo, dentro y fuera de la cárcel, militantes de alguna organización política o no, de izquierda o no necesariamente, creyentes o ateas. Ese saber creado y sostenido en ese período continuó después del fin de la dictadura. En el caso de las ex presas políticas desde 1997 comenzaron a compartir sus experiencias de manera organizada, en diferentes talleres, y poco tiempo después decidieron hacer una publicación. “Recuérdalo tu, recuérdalo a otros, te invitamos a contar porque a tí también te pasó” fue el modo de invitar a otras mujeres a contar su experiencia de represión y violencia; de resistencia y organización; vividas durante la última dictadura militar. Llegaron tantos relatos, tantas narraciones, tanta poesía, que salieron tres tomos: Memoria para Armar I, II y III. No solo compartían la experiencia de la cárcel, tejían, anudaban y ponían en diálogo múltiples y diversos relatos; daban cuenta cómo el terror y la represión se había colado en cada intersticio de la sociedad, la cultura, la educación, el deporte, los sindicatos, las casas. Además de esos tres tomos, de manera colectiva las ex presas publicaron: seis libros más, hicieron una película sobre su experiencia, crearon la primera Plaza Museo de la Memoria del país junto a vecinas y vecinos en Punta de Rieles, organizaron una muestra de artesanías creadas por presas políticas de diferentes puntos de Latinoamérica, diseñaron un sitio web con sus producciones y consiguieron realizar la primera denuncia colectiva por crímenes sexuales durante el terrorismo de Estado [4]. 

Así como es posible identificar un proceso de silencios sobre las experiencias de violencia y represión de mujeres y otras identidades no hegemónicas durante el terrorismo de Estado, también han existido experiencias y saberes legados de unas a otras generacionalmente: en el proceso de crianza y de vida compartida, se legaron, como con el tejido, modos y estrategias para recolectar los múltiples relatos, anudarlos y construir una nueva trama. Tejieron historias para crear un telar que albergue las múltiples experiencias y que perdure, para continuar luchando por Verdad, Justicia y Memoria. Una herencia de unas a otras: de cuidados, consejos, y estrategias; un linaje que existe y da fuerzas. 

 

Puede escucharse aquí la entrevista realizada desde Desordenando Mundos a Romina Verrua.


[1]Ruiz, Marisa y Sanseviero, Rafael. Las rehenas. Historia oculta de once presas de la dictadura. Montevideo, Uruguay, Editorial Fin de Siglo, 2012, p.21

[2]Menciono experiencias y relatos de mujeres porque es el foco de mi investigación, esto no significa que no existieron experiencias y represión diferenciadas hacia otros cuerpos e identidades no hegemónicas.

[3] Detallo un intercambio sobre ese día en esta nota Uruguay: 24 marchas y queda tanto silencio en La Tinta.

[4] Para ampliar este tema ver Verrua, Romina: “PORQUE FUIMOS Y SOMOS PARTE DE LA HISTORIA” CREACIONES COLECTIVAS DE EX PRESAS POLÍTICAS (1997-2017) en Intersecciones en la Comunicación

[5] Sosa González, María Noel. “Las hijas de las madres. Linajes feministas más allá, contra y más allá de la orfandad impuesta por la mediación patriarcal”. LL Journal, Vol. 14, Núm. 1, Primavera 2019.

 

*La foto que acompaña la nota es de Nancy Urrutia, tomada el 10 de marzo de 1985 a la salida de la jefatura de Montevdeo. Quienes figuran en la misma son Xenia Itté y Susana Carli.