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La hora de los hornos

16 marzo, 2021

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Punta Negra Solidaria

La hora de los hornos

Pandemia, Maldonado, Punta Negra, megáfono en mano sobre una camioneta bordó recorren las calles invitando una chocolatada, en sus dos versiones: power y vegana. ¿Quién no necesita una taza de chocolate caliente? Alimento poderoso, también para el corazón. La alegría del cacao quiere llegar a otros barrios de Maldonado y para ello construirán tres hornos de barro para cocinar los acompañamientos y nuevos encuentros.


El cacao abre el corazón

Una vecina sale con sus hijes taza y plato en mano, le sirven la chocolatada de preferencia y toman unos panes dulces. En el mismo momento deja un paquete de avena para la siguiente. Otra deja una torta dulce. El chocolate va tejiendo un vínculo más profundo entre las vecinas, se van contando sus historias, se van trenzando los apoyos. El reparto es un momento de fiesta, de alegría, de encuentro, todos ellos alimentos necesarios para una vida que merezca ser vivida.

La chocolatada nació a partir de vecinas que conformaron el grupo Punta Negra Solidaria. Inicialmente armaron canastas de alimentos donados por los comercios de la zona y estaban a disposición de las personas que no podían moverse, para hacer trámites o mandados. La repercusión fue muy buena y las donaciones fueron abundantes. Una de estas vecinas es una amiga de años, Lorena. La conozco desde que coincidimos en un curso de cooperativismo. La he visto protagonizar un montón de iniciativas, con una energía y amor inagotable. Trabajadora social, tejedora empedernida de espacios dignos y poderosos. Hoy anda por Maldonado, vive en Punta Negra, y allí como siempre, en torbellino de vínculos e iniciativas populares.

Cuando el miedo y la incertidumbre eran fuertes, al comienzo de la pandemia, en medio del bombardeo “quedate en casa” surge la idea de hacer una chocolatada móvil. La que tendría dos versiones: una “power” con avena, fariña, leche y otra “vegana” que hacía Haydee del Moral. “Pasábamos por todo el barrio en la camioneta y con un megáfono nos íbamos anunciando. La gente salía con una tacita y un platito (para no usar plástico ni materiales descartables) servíamos la chocolatada y se podían agarrar de las canastas algo para acompañar. Gente que no conocíamos se sumaba a colaborar de distintas formas, ya sea con plata, elaboraciones o con donaciones. Gente que no conocíamos llamaban y preguntaban ¿qué necesitan? Y llegaba. Algo súper mágico, se iba generando una alegría. La alegría que genera el cacao”

Los apoyos fueron muchos y variados. Entre ellos hubo un festival de yoga, organizado por Cristina Alcorta (espíritu libre, loveland prod.) en el que participó un maestro de la India. Todo lo recaudado fue para la chocolatada. Como el evento muy grande, se compartió con ollas populares de otras zonas de Maldonado (La Capuera, Playa Grande, Cerro Pelado, Kennedy, Eucaliptus y Benedetti).

De lo que me cuenta Lore, me llama la atención que no exista una distinción tan clara entre quien va a recibir el alimento y quien lo brinda. Si bien el grupo organizador sostiene la experiencia, quien recibe la chocolatada daba lo que tenía o elaboraban alguna galleta o torta para acompañar. “Estaba en equilibrio, no era que vos ibas y le dabas, había de ida y vuelta. La chocolatada era una vez por semana, eso permitía que pudieran aportar lo que tenían, un insumo, una elaboración o sumarse a lavar o a repartir. Había interés y motivación para participar de la experiencia. Éramos dos compañeras fijas, Laura Maggie y yo, que sosteníamos el proceso en todas sus etapas, pero luego se iba sumando gente. En las últimas unas niñas se sumaron al reparto de la chocolatada y a convocar a la gente por el megáfono”.

En alguna oportunidad les dijeron que no era gente necesitada. La respuesta que ensayaron es tan sencilla como potente: “¿Quién no necesita una taza de chocolate? El cacao te abre el corazón, es una medicina, te produce alegría. En los puntos de encuentro llegábamos y brindábamos con cacao. Todos necesitamos ese mimo”. Persiste en el relato de Lore un doble sentimiento, el cansancio que fue generando sostener la chocolatada y la energía y generosidad que fluía en los aportes y donaciones; “muchas veces dijimos esta es la última, pero no podíamos parar, de repente llegaba a mi casa y alguien había dejado una caja con magdalenas recién horneadas. Pero también es muy cansador, y eso que lo hacíamos una vez por semana. Sostenerlo no es sencillo”

Mientras se va organizando la chocolatada la trama se va trenzando, conocen la situación de cada vecino y vecina, se tienden redes de apoyo. Se van generando vínculos con otras vecinas, en otros barrios, “hacer barrio” dice Lore. “Me maravillaba eso de quien menos tiene da lo que puedo, esto del compartir… y dar algo para la próxima. Cuando la dejamos de hacer, al cruzarme con la gente, todos me decían que se extrañaba la chocolatada” Es desde allí que se quiere dar un pasito más.

La idea para este año es hacer la chocolatada en los barrios populares de Maldonado (Kennedy, Eucaliptos y pueblito obrero en Piriápolis) y mantenerla en Punta Negra. Con un desafío extra, construir hornos de barro para que se puedan elaborar acompañamientos para la chocolatada y también que sirvan como posible fuente laborar, para que la gente elabore cosas y venda. Los hornos se harán en espacios públicos “cerca de donde viven las personas de referencia en cada barrio (…) También la intención es ir transfiriendo la metodología para que cada barrio vaya sosteniendo la chocolatada” Son muchas tareas, conseguir los alimentos, elaborarlos, distribuirlos, lavar todo y también comunicar lo que se hace para seguir recibiendo los apoyos e ir sumando más personas. El objetivo es concretar algo que quede instalado en el barrio, “no es que nosotras solas vamos a dar, damos una parte y después la idea es que se sostenga en el barrio. En todos los barrios donde se van a instalar los hornos tenemos ya un conocimiento y un trabajo en conjunto, la idea es poder cada uno poniendo una parte potenciarnos, y potenciar las experiencias propias de la gente. Son barrios muy intervenidos por lo político-partidario o por la Intendencia, pero que no apuestan al protagonismo de la gente y la dificultan (…) cuesta la organización barrial sostenida, pero esa es la apuesta».

Son tres los hornos que quieren construir. Damián Castro, vecino de la zona, tiene el oficio para realizarlos, pero es necesario conseguir los materiales y las herramientas. Cada horno tiene un costo aproximado de diez mil pesos. Les quiero invitar a ser parte de esta iniciativa, para que antes de que lleguen los primeros fríos otoñales podamos encender estos fuegos. Apoyemos en la medida de nuestras posibilidades estas experiencias comunitarias que sostienen la vida, y abren posibilidades a nuevos encuentros, a fortalecer vínculos. Se necesita dinero para los hornos e insumos para las chocolatadas. Pueden coordinar su apoyo con Lorena (099627648) o también escribirnos a Zur en redes sociales.


Fotos: Rebelarte y Punta Negra Solidaria