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Neofascismo y Malambos Ideológicos en el Uruguay. Parte III

4 abril, 2018

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Zur

Neofascismo y Malambos Ideológicos en el Uruguay. Parte III


En el verano uruguayo de 2018 se han desplegado una serie de movilizaciones de parte de sectores reaccionarios. Las más grandes fueron lideradas por actores vinculados al agro, sin embargo ya han empezado a movilizarse sectores urbanos. ¿Cuáles son los ejes que los movilizan y por qué no son identificados como sectores reaccionarios por gran parte de la ciudadanía?


Las reflexiones de este apartado no habrían podido desarrollarse sin el dialogo con mi buen amigo Nicolás de la República Argentina. Gracias a su experiencia en la otra orilla del Plata y su conocimiento sobre la gestación de la hegemonía macrista y derechista en dicho país. No habría podido comprender muchos de los fenómenos que están ocurriendo actualmente en nuestro país.

A lo largo de todo el mes de enero se dieron varias movilizaciones de productores rurales. Dichas movilizaciones estaban caracterizadas por la abundancia de banderas nacionales y de tractores, ‘mosquitos’, segadoras y camionetas que se movían por las rutas nacionales. El punto culminante fue el acto del 23 de enero en Durazno donde concurrieron entre 8 y 11 mil personas. Si bien mucha gente ha relativizado la cantidad de gente convocada, lo cierto es que juntar más de 8 mil personas en una ciudad del interior es una presa que incluso al Frente Amplio le cuesta lograr. El programa planteado el 23 de enero era de un clásico perfil neoliberal, basado en el recorte del Estado y el beneficio a los sectores agro-exportadores.

La emergencia del movimiento de los «autoconvocados» planteo una serie de interrogantes dentro de los sectores de la izquierda críticos al progresismo. Incluso algunos sectores fueron a Durazno y apoyaron a los «autoconvocados del campo». Mucho se ha escrito sobre quiénes son los sectores que se han movilizado. Sin embargo me llama la atención que todavía hay algunos sectores de izquierda que apoyan a este movimiento.

Estos sectores se basan en que vislumbran que la principal contradicción es Imperialismo vs Pueblo. En este sentido plantean una alianza con algunos sectores de la burguesía nacional para enfrentar al Capital Trasnacional depredador. A nuestra forma de ver esto supone dos problemas. Una que es el hecho de ver al «pueblo» como un sector homogéneo además de no reconocer la posibilidad de que haya varios ‘pueblos’ dentro del territorio estatal. Y más si tenemos en cuenta las relaciones de dominación y de clase que establece la burguesía nacional con los propios trabajadores nacionales. En segundo lugar porque destacamos lo planteado por el gran pensador latinoamericano José Carlos Mariategui sobre el tema del anti-imperialismo. El pensador peruano sostenía que una alianza con la burguesía para enfrentar al Imperialismo era inviable por la propia naturaleza de la burguesía latinoamericana. Él sostenía que la burguesía nacional se había gestado como intermediadora entre la extracción de bienes naturales y la exportación a los grandes centros económicos. O  sea era una burguesía que había nacido siendo servil a las Potencias Económicas Mundiales. Esto hace que las elites nacionales jamás sean anti-imperialistas y jamás cuestionen en profundidad su realidad de dependencia económica. Por eso una alianza con determinados sectores de la burguesía en contra del Imperialismo sería tan solo supeditar la plataforma revolucionaria a intereses oligárquicos y que jamás van a cuestionar las estructuras de dependencia.

El movimiento de los «autoconvocados» rápidamente evoluciono a «Movimiento Un Solo Uruguay». Con una fuerte retorica nacionalista, productivista y en contra del «divisionismo» que realizaría el gobierno. Según este movimiento, el gobierno o régimen «Populista» (han incorporado la retorica del macrismo y de algunos cuadros de la Red Atlas como la guatemalteca Gloria Álvarez), no solo está uniendo económicamente al país sino que lo está uniendo moralmente y está arrastrando a las personas a una situación de violencia constante. En su forma de ver la realidad, la violencia y el divisionismo, no son causados por la desigualdad social sino por malas políticas de gobierno. Para ellos el gobierno estaría llevando al país a la condición de Venezuela, el monstruo absoluto en su imaginario. Varios referentes regionales del movimiento también han hecho referencias al problema de que «con su trabajo mantienen a los pichis» y otras formas despectivas para referirse a los sectores marginales así como en contra de las políticas afirmativas para personas trans y en las pensiones reparatorias a presos políticos de la última Dictadura cívico-militar. Consideran un error que se gaste dinero estatal en «maricas», «travas» y en «tirabombas de los 60». A este combo también hay que agregarle la desconfianza que esgrimen por la presencia cada vez más notoria e importante de inmigrantes de otros países latinoamericanos y en especial sobre las políticas para refugiados provenientes de Medio Oriente.

Sin embargo el campo de las derechas movilizadas socialmente no solo se ha suscrito a «Un Solo Uruguay» sino que en el mes de febrero aparecieron movilizaciones urbanas, una de ellas organizada por Proyecto Segunda República Oriental (PSR-O). El eje central de estas movilizaciones ha sido el tema de la «inseguridad». Los brutales crímenes del «Kiki» fueron captados para mostrar como el gobierno deja en total indefensión a la ciudadanía. Las concentraciones de un par de cientos de personas exigían decididamente la militarización de la sociedad. Pero al significante de la «inseguridad» hay que agregarle que también se cruza con el planteo ruralista, el planteo eclesiástico e incluso algunos postulados de izquierda olvidados por el progresismo. En la discusión que tuvo el Presidente Tabaré Vázquez con los «autoconvocados-Un Solo Uruguay» estos le hicieron referencia a la ineficiencia de la policía para capturar al Kiki. En las oratorias de los reaccionarios urbanos aparecieron referencias a las amenazas de la «ideología de género» y el planteo de que el gobierno querría que todas las personas fueran gays. Y estuvo presente en todas estas movilizaciones el reclamo en contra de la extranjerización de la tierra y las ventajas impositivas al Capital Extranjero así como en contra de la bancarización.

Uno de los ejes comunes tanto de «Un Solo Uruguay» como de PSR-O y algunas otras movilizaciones, es el cuestionamiento al sistema partidocratico. Para estos grupos el progresismo o «Populismo» nos estaría llevando a la realidad de Venezuela y la derecha tradicional es totalmente ineficiente para enfrentar al gobierno. Para ellos la derecha blanqui-colorada está demasiado cómoda en sus negociaciones y en los espacios de poder conquistados. Por eso no enfrenta decididamente al gobierno. Por eso ellos se propones tomar las calles y rutas para desafiar abiertamente al «Populismo».

El cuestionamiento a la partidocracía y a la democracia liberal se puede dar por dos corrientes. Una corriente es la revolucionaria. La que reconoce en la democracia liberal a un sistema de dominación burgués o por lo menos para mantener los privilegios de la burguesía. De ahí a la necesidad de construir sistemas político-sociales que sean en beneficio de los sectores populares además de la necesidad de que los subalternos subversiones a las instituciones existentes. La otra corriente es la del Autoritarismo. La que cuestiona a la democracia liberal por blanda y débil. La que ve en las libertades públicas degradación moral y caos absoluto. De ahí la necesidad de tener gobiernos fuertes y un ferro control de la vida social. Tanto la lógica revolucionaria como la lógica autoritaria rechazan a la democracia liberal, aunque su rechazo es por motivos distintos. Los movimientos del verano de 2018 parecen cuestionar a la democracia liberal más por la vía autoritaria. Sin embargo hay «compañeros» que no ven esta realidad.

El malambo ideológico de muchos «compañeros» se debe a la imposibilidad de reconocer la movilización social de las derechas. Han incorporado la premisa de que los únicos que salen a la calle a protestar son las izquierdas. Esto se debe a la realidad social del Uruguay en los últimos 40 años y al olvido de las experiencias históricas del país. En los últimos 40 años los sectores conservadores del país han estado caracterizados por la tecnocracia y el gorilismo. Ambos implican el control del Estado y del poder empresarial pero sin necesidad de apoyos populares.

El «gorilismo» es un concepto que aparece a partir del Golpe de Estado a Juan Domingo Perón y que luego fue utilizado para caracterizar a las Dictaduras Latinoamericanas de los años 60 y 70. Este concepto hace referencia a un personaje militar o civil con muy poco o casi nulo apoyo popular pero que se mantiene en el gobierno debido al apoyo de las fuerzas de seguridad del Estado y al apoyo de algunos grupos empresariales así como de Potencias Extranjeras. En la actualidad un fiel representante del «gorilismo» es Michel Temer. Este concepto fue utilizado por la izquierda latinoamericana para diferenciar los procesos autoritarios de la región en los 60 y 70 con la experiencia histórica del fascismo de los años 20, 30 y 40 en Europa. El fascismo de Hitler o Mussolini así como el régimen de Stalin tenían amplio apoyo popular. Es más las masas populares también ayudaban al control social. Ósea no solo eras reprimido por las fuerzas de seguridad del Estado sino también por los ciudadanos de a pie. Por eso Hannah Arendt para referirse a estos regímenes prefiere utilizar el concepto de Totalitarismo. Obviamente las Dictaduras Latinoamericanas de la Seguridad Nacional, a excepción quizás de las de Pinochet y Stroessner, no son Totalitarismos sino gorilismos.

En 1986 Alción Cheroni realizo un trabajo sobre las derechas y el pensamiento conservador en el Uruguay. Él dividía al «pensamiento conservador» en tres corrientes: liberal, reaccionario y tecnocrático. La liberal y la tecnocrática son las que han dominado desde la salida de la Dictadura hasta la actualidad, y estas no creen en la movilización social. De ahí a que muchos «compañeros» tengan como imagen de sujeto conservador a un neoliberal de traje y corbata o a un policía de coraceros. De ahí que han habido en los últimos 30 años varias experiencias de «coordinadoras anti-represión» pero casi ninguna de «coordinadoras anti-fascistas». Sin embargo según Cheroni la corriente reaccionaria del pensamiento conservador sí cree en la movilización social y en que hay que ganarle la calle a la izquierda. Además según el autor, el pensamiento conservador reaccionario a diferencia del liberal conservador cuestiona a las estructuras mismas del sistema partidocrático y no utiliza el clásico discurso de las derechas sino que utiliza un lenguaje coloquial e incluso con ribetes similares a la izquierda. Según este autor en el Uruguay hubieron dos movimientos con estas características. El movimiento social filo-nazi-fascista-falangista que apoyo el Golpe de Estado de Terra en 1933 y el movimiento ruralista de Benito Nardone, «Chicotazo», en los 50. El pensamiento conservador reaccionario es lo más parecido al fascismo en el Uruguay.

Uno de los rasgos comunes de las actuales movilizaciones en Uruguay así como de aquellos que apoyan a Macri, de las movilizaciones a favor del Impechment en Brasil y de aquellos que apoyan a Donald Trump es la utilización constante de la bandera nacional y otros símbolos patrios. Esto se debe a que la bandera nacional es un significante amplio, universal y al mismo tiempo vacío de contenido. Debido a por lo menos 150 años de disciplinamiento por parte del Estado a que los ciudadanos incorporen los símbolos nacionales, el común de las personas se sienten representadas con esos símbolos. La bandera se vuelve un símbolo que agrupa a cualquier persona más allá de la clase social. Esto posibilita que un oligarca y un trabajador estén juntos bajo un mismo símbolo. Al mismo tiempo ese significante universal puede ser rellenado con cualquier discurso. La bandera nacional también permite ser ultra-nacionalista conservador y que la gente no te identifique con el nacional socialismo. La performance ultra-nacionalista es hablar un lenguaje similar al fascismo pero que evita que uno sea identificado con esas ideologías totalitarias. Si bien estos grupos utilizan a la bandera nacional para captar incautos y obtusos políticos, si sabemos leer bien la puesta en escena simbólica. Sabemos que lo que identifica a la extrema derecha en el país y en la región es la utilización de la bandera nacional. Las marchas con banderitas uruguayas son las marchas de los camisas negras del siglo XXI.

Un gran problema ideológico en el Uruguay es pensar que antes de los 60 no había lucha social. Tanto las derechas en su idealización de la «Suiza de América» como de las izquierdas que les cuesta ver más allá de la experiencia revolucionaria del 68. El desconocimiento de nuestra propia historia ha generado que olvidemos procesos que ya vivimos. Que olvidemos que las fuerzas reaccionarias también toman las calles. Y que el autoritarismo no es solo apoyado por los grupos empresariales y el Imperialismo. Sino que la gente simple y de a pie, también puede apoyar a los fascismos.