América Latina

Perú: Calle, esperanza y futuro

16 noviembre, 2020

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Perú: Calle, esperanza y futuro

El estallido social en Perú obligó la renuncia de Merino y en las últimas horas el congreso eligió nuevo presidente, Francisco Sagasti. Cuando se escribió esta nota las calles desbordaban, la impugnación a la turbia maniobra golpista estaba en curso, el veto popular finalmente se concretó. Pasaron pocos días y muchas cosas. El texto brinda elementos de contexto importantes para comprender lo sucedido. Además, al final de la nota encontrarán algunas recomendaciones para complementar miradas si así lo desean.


Fue gigante la marcha general de ayer en Lima y grandes las protestas en las ciudades de provincias. Manuel Merino y su banda de golpistas no imaginaron ese recibimiento, tendrán que aprender a convivir con una oposición inesperada, que no parece flor de un día. Sorpresas tiene la vida, la vida tiene sorpresas.

En la mañana del lunes el presidente Martin Vizcarra no se dio cuenta del golpe que siguió a su discurso de defensa en el congreso; cometió un error, el último de su mandato, al suponer que evitaría la vacancia por segunda vez. Seguro de sí mismo, informó al despedirse que saldría a seguir trabajando en la región de Junín. Unas horas después, volvió a Lima cuando ya no era más Presidente. (Reconozco autocríticamente que yo pensaba también que no lo vacarían). En menos de tres horas, los golpistas consiguieron 105 de los 130 votos. Lograron convencer a los congresistas de prácticamente todos los partidos políticos, con excepción del partido morado, que la oportunidad había llegado para que el presidente del congreso se convierta en presidente la república, tomen el poder ejecutivo, y vayan después por el control del Tribunal Constitucional, eligiendo a seis de sus 7 miembros para controlarlo. Cansado y abatido, Vizcarra decidió aceptar los hechos, irse a casa y no presentar queja judicial alguna. Podría haber renovado su reclamo anterior ante el Tribunal Constitucional y pedido un Habeas Corpus para suspender la decisión del Congreso, pero no lo hizo. Pasó a la soledad plena y quedará como un caso, tal vez único, de alguien que estando en el poder prefirió no formar un movimiento político para tener un respaldo político propio.

A cambio de sus votos para la vacancia de Vizcarra, los partidos habrían recibido la promesa de Manuel Merino y su partido Acción Popular, de asegurar la defensa de sus miembros y aliados con graves acusaciones judiciales: los beneficiarios visibles serían los hacendados dueños de universidades privadas como los señores Luna y los promotores dueños de las otras 49 universidades privadas, cerradas por orden de la Superintendencia Nacional de Educación Universitaria, SUNEDU, organismo creado por la ley universitaria vigente, promulgada por el gobierno de Humala; luego, los 67 de 130 congresistas con acusaciones fiscales y juicios pendientes; por esa vía, la señora Keiko Fuijimori, sería igualmente beneficiaria y hasta podría asegurar su candidatura a la presidencia, a pesar de las gravísimas acusaciones fiscales que están a punto de ser ventiladas en los tribunales; el golpe del congreso permitiría también a Antauro Humala -el mayor del ejército condenado a muchos años, dejar la cárcel y hasta ser candidato en las próximas elecciones de abril de 2021; tendrían también una posibilidad de algún tipo de salvación los grandes y medianos burgueses del “Club de la Construcción” como Graña Miró Quesada y otros comprometidos a fondo en la corrupción del Lava jato brasileño.

¿Se trata de un golpe?

Sí, del congreso, para ocupar el ejecutivo, acabar con el equilibrio de poderes propuesto y defendido desde tiempos de la Ilustración europea en el siglo XVIII. Fue muy simple el pretexto para el golpe: la “permanente incapacidad moral o física declarada por el congreso” (Inciso 2 del artículo 11 de la Constitución política del Perú de 1993), atribuida al presidente Vizcarra por haber recibido una coima de algo más de dos millones de soles cuando era gobernador de la región Moquegua entre 2014 y 2016. El espíritu de esa “incapacidad moral o física” en la Constitución de 1823, la primera de la república, tenía que ver con un estado de locura; además, en aquel momento, la corrupción no estaba en el centro de la atención política como hoy. Además, la constitución del 93 señala también que un presidente de la república no puede ser investigado ni juzgado durante su mandato. Este congreso golpista se declaró fiscal, juez y parte, y condenó al presidente Vizcarra a dejar su cargo de presidente.  El tribunal Constitucional pudo haber resuelto el problema de la interpretación de lo que debiera ser considerado como una incapacidad moral, señalando que se trata de enfermedades incurables debidamente señaladas por una junta de médicos competentes y que la bondad o maldad de un presidente en sus actos de gobierno, no tiene nada que ver con el tema. Tal vez llegue el TC a dar mejores luces, pero lo hará tomando el tiempo que necesitan las tortugas y los elefantes para dar un paseo por la playa.   

Acabo de presentar un resumen brevísimo y simple de la tragedia política y social que vive el Perú, atravesada de punta a punta, de arriba a abajo, por fuera y por dentro por la corrupción, que comenzó en 1532 y fue instalándose paso a paso en los últimos 199 años de república. Tenemos tres presidentes en los últimos cuatro años y estamos a punto de ver en la cárcel a cinco de los seis presidentes en de los últimos 30 años, acusados de graves delitos de corrupción: uno en la cárcel Alberto Fujimori, condenado a 25 años por muchos delitos, entre ellos uno de lesa humanidad; Alejandro Toledo, seguramente extraditable por una Corte californiana en Estados Unidos, que sería juzgado y condenado en Perú por una coima fantástica de 35 o 25 millones de dólares; Alan García, que se suicidó para evitar la vergüenza de ir a la cárcel por iguales delitos que estaban a punto de probarse; Ollanta Humala, muy cerca de ir a juicio; y, Pedro Pablo Kuczynski, preso en su casa, con sus 81 años, espera su juicio con prisión preventiva en casa. Lo mismo podría ocurrirle a Vizcarra si lo juzgan y condenan. ¡Esta es la llamada democracia peruana, qué les parece!, ¡Un monumento a la vergüenza!

 

. Un nuevo gobierno. Manuel Merino salió a buscar un primer ministro, y encontró en el camino al Señor Ántero Flores Araos. No es aún un fósil, como lo han llamado algunos periodistas, porque aún tiene vida; lo necesitan, y él está siempre dispuesto a volver. En las elecciones presidenciales del 2016, obtuvo el 0.4 % de los votos; esa simple razón debió haberle servido para retirarse con algo de dignidad a su casa, a cuidar el jardín y jugar, con sus nietos y nietas, si los tiene. Este señor es un abogado de clientes de grandes empresarios en problemas; político de largo tiempo, hombre clave de la alianza del Apra y el PPC; ministro de Defensa de Alan García, cómplice de la matanza en la curva del diablo, en la rebelión de Bagua de 2008-2009; racista consumado, orgulloso de parecerse a Pizarro. Si el puesto de primer ministro le dura tendría que negociar en algún momento con los indígenas andinos amazónicos a quienes insultó nombrándolos como llamas y vicuñas. Con el mismo razonamiento un señor, padre de la señora Lourdes Flores, llamó auquénido al presidente Toledo. Esta maldad no la inventaron ellos; viene desde lejos, en tiempos del cristiano conquistador Francisco Pizarro. Sus grados honoríficos recibidos de universidades de quinta categoría y cerradas por la SUNEDU, compensan sus servicios prestados, a medio prestar y por prestar, y menos por sus virtudes académicas. Ya ofreció públicamente que es partidario de dar una “nueva oportunidad” a las 50 universidades clausuradas, pese a que sabe muy bien que ya tuvieron años de “nueva oportunidad” y no cumplieron con lo que se les exigía.

Merino y Flores Araos, caracterizaron de gobierno de transición al que tienen entre manos y ofrecieron, formar un gabinete de “ancha base” y de “consenso”. Salieron a buscar ministros, y como no consiguieron a nadie, solo el Sr. Flores Araos juramentó su cargo. Esa soledad es premonitoria de lo que podría venir después. Mientras las calles de Lima y todas las ciudades del país se llenaban de jóvenes protestando masivamente contra sus gobiernos, tuvieron la suerte de encontrar a viejos compañeros de ruta, apristas y pepecistas que aceptaron gustosos el “llamado de la patria” cuando ya rondaban como fantasmas mal queridos. Vuelve al Ministerio de Salud el Dr. Abel Salinas, pediatra con treinta años de trabajo en la Clínica Internacional. Probablemente no encontraron a un especialista en epidemiología, que es precisamente la calificación que se requiere en tiempos de la pandemia.  Como ningún especialista en educación quiso aceptar la papa caliente, optaron por el vicealmirante Fernando D’ Alessio que del mar pasó a ser ministro de salud, y ahora de educación.  Víctor Vich, un destacado profesor de Ciencias Sociales de la Universidad Católica, acaba de escribir un breve y duro artículo sobre él, del que cito dos párrafos:

“Fernando D’ Alessio es la persona que hoy simboliza el punto más bajo en el que ha caído el sector educativo en el país. Su nominación es un golpe tan duro como el propio golpe de estado. Solo a una clase política degradada puede ocurrírsele nombrar a un personaje así para liderar un sector decisivo para el Perú de hoy mismo, hacia el Perú del mañana. Este no es un gabinete ultra-conservador: es un gabinete fascista [….] La educación no puede continuar en manos de negociantes mercachifles, de grupos liderados por bancos y, menos aún, de mafias corruptas. Hoy las distintas organizaciones educativas deben volver a manifestarse. Hoy debemos proponer una nueva estrategia de lucha. La desobediencia civil se hace urgente. Los profesores del Perú sentimos que la designación de D’ Alessio es un insulto a nuestro trabajo y a todos los ciudadanos de este país” (Victor Vich, en el Portal La Mula, 13 de noviembre 2020).

Debo agregar que este Sr. D’Alessio, está convencido que las marchas contra el gobierno golpista son dirigidas por los terroristas y el MOVADEF y que los jóvenes en las calles son “salvajes”. Excelente carta de presentación de un personaje para quien el tiempo de detuvo en 1992. Con la captura de Abimael Guzmán ese año, comenzó el proceso irreversible de la desaparición de Sendero Luminoso, que hoy es una sombra. El MOVADEF no ha podido convertirse en un partido legal; entre tanto, una o dos columnas de senderistas y/o ex senderistas aliados al narcotráfico se mantienen activas desde 1990 en las selvas duras de Sivia -distrito de la provincia de Huanta, Ayacucho, parte del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, VRAEM-. Aún no han explicado las fuerzas armadas por qué se mantiene ese foco de Sivia. Como tampoco habrían encontrado un ministro de cultura que aceptara ser parte de este juego golpista y restaurador, obtuvieron un sí de la señora María Cristina De Reparaz, competente en gestión y en turismo, según la versión oficial de su curriculum. ¿Pueden los pueblos indígenas, por ejemplo, esperar algo de ella y del primer ministro que no dialoga con las llamas y vicuñas?  

De ancha base, nada; de consenso, nada; de transición, nada. ¿De qué transición se trata? la palabrita queda en el aire, pero los primeros pasos indican que va dibujándose un gobierno de restauración para que vuelvan los años buenos en los que los partidos y sus aliados que hoy copan en congreso, tengan la libertad de crecer a su modo, con la libertad que consideran suya. La agenda del Congreso está llena de puntos en esa dirección y el ejecutivo tendrá que pensar dos veces en decir sí o no; porque pierde, por ambas vías. En tiempos de libertad ya no será posible restaurar ese viejo orden, menos aún si tomamos en cuenta la movilización masiva de los últimos días.

Merino y Flores Araos y su gobierno son parte del pasado porque perdieron la capacidad de entender a la juventud. Muchos miles de mujeres y hombres de 80 y más años son juveniles porque entienden el derecho de los jóvenes a mirar críticamente la sociedad en que viven.

Centenares de miles en las calles

Creo no equivocarme si digo que estas grandes manifestaciones son una sorpresa cargada de múltiples sentidos. Los centenares de pancartas grandes y pequeñas en manos de decenas de miles de jóvenes (15 a 30 años) dicen simplemente “Merino, no me representas”, “Merino, no eres mi presidente”.  Letreros en las espaldas de muchachos ofreciendo mascarillas, “agua, vinagre, bicarbonato”; cuidado, no para vender sino para compartir; un médico con una cruz roja en la espalda, o un abogado advirtiendo “Soy abogado, avisen si detienen a alguien”, son novedades demasiado importantes. Despertar políticamente negando la tesis de la representación que el sistema político impone, revela un grado de lucidez de primer orden. Cuestionar el principio de representación que niega la noción misma de democracia no es lo mismo que exigir aumentos de salarios, repudiar a la represión o exigir el castigo de una mala autoridad cualquiera. Me parece que estamos frente a un planteamiento político nuevo de gran potencialidad, en el que se expresan gestos de solidaridad colectiva que no habíamos visto antes. También en este gesto de solidaridad se percibe la lucidez para evitar la represión y garantizar que más gente se pliegue a las manifestaciones. Se vieron algunos casos de provocación a la policía y, al mismo tiempo, una represión brutal de la policía. Reprimir es su oficio, eso es lo que saben hacer, más allá de las buenas palabras de los jefes. No tiene sentido pedir que una parra de uvas dé buenas manzanas. Llegará el momento para tocar en serio el tema de “los ternas”, policías disfrazados de civiles, armados y preparados como provocadores para romper las protestas. Ojalá sea posible salvar las vidas de dos manifestantes heridos con perdigones o balas, y que se pueda saber quiénes fueron los policías ternas responsables.       

Calles, esperanza y horizonte

Con excepción de los militantes del partido morado, no alcancé a ver militantes de los partidos golpistas del Congreso en las calles de Lima. La opción de concentrar toda la política en el congreso está ya en las brasas del pensamiento crítico. Tiene sus días contados la consigna “salvo una curul, el resto es ilusión”, que viene desde tiempos de la Constituyente y las elecciones posteriores en los últimos cuarenta años. ¿Podrán sobrevivir los partidos golpistas?, ¿No es acaso un suicidio político el apoyo del Frente Amplio al coro de la vacancia?, ¿qué horizonte tendría en ese partido la congresista Rocío Silva Santisteban que votó en contra?

Es muy probable que la política peruana tenga en estas grandes marchas un antes y un después, un punto de inflexión. Por el momento, las fuerzas golpistas tratarán de recuperar parte de lo perdido. En la otra orilla, nos queda una pregunta: ¿qué hacer para compartir con la juventud una propuesta política que llene las calles de Lima? Tejer con los jóvenes, desde abajo, paso a paso, un proyecto político alternativo, podría ser una posible respuesta. Paralelamente, tenemos la grave responsabilidad de conocer las grandes líneas de la historia peruana, vacío pendiente desde tiempos de Mariátegui, pese a los esfuerzos de Valcárcel y Arguedas. Conocer a fondo el legado inca en nuestro tiempo sería parte de la respuesta. Ellos fueron los únicos que organizaron el espacio vertical andino a través de triángulos económicos, sociales, políticos y espirituales. Ese podría ser un buen punto de partida; salvo mejores opiniones, por supuesto.          

Publicada originalmente el 13 de noviembre en lamula.pe

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