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¿Qué hay debajo de la tapa de las ollas comunitarias?

4 agosto, 2021

¿Qué hay debajo de la tapa de las ollas comunitarias?

Nos llegó este texto, que compartimos con autorización de les autorxs, acompañado del siguiente mensaje.

DESTAPAR LA OLLA. 

Hace varios días que venimos pensando y sintiéndonos bastante inquietos ante la situación que esta viviendo el país en cuanto a la Economía familiar. Desde esta organización, que es la Ollita y en charlas con otras organizaciones similares en diferentes barrios, surgen otras informaciones y preocupaciones que también nos inquietan. Entendiendo la necesidad de poder expresar todo esto, comienza el ida y vuelta de cuestionamientos, devoluciones, visiones, posturas, en cuanto a lo antes mencionado.

¿Qué va a pasar con las ollas populares/comunitarias y merenderos?

¿Serán eternas?.

Cada día se suman más familias a solicitar el plato de comida.

Es preocupante…

No vemos un horizonte claro ni cercano a estas interrogantes.

De todo esto, surge este texto, que hace un pararelismo entre la historia y la actualidad, que a nuestro criterio personal, da luz a lo que venimos vivenciando.


Hay quienes aseguran que la historia se repite en un ciclo constante. En 1811 hubo una marcha del pueblo oriental conocido en ese entonces como “la redota”, palabra de uso corriente que se originó por deformación del vocablo “derrota”. Un pueblo se sublevó a la dominación y la esclavitud, buscando una incierta libertad. El precio fue muy alto; hambre y miseria. Sin embargo, de esos fogones, surgió una incipiente nación bajo el liderazgo de José Gervasio Artigas, aquel que algún día proclamó el privilegio para los más infelices.

El tiempo ha pasado y las circunstancias parecen repetirse 200 años después. Cualquier persona que observe y aprecie un fogón de una olla popular, visualizará una serie de elementos que conmueven por su similitud.  

Hoy en cada rincón del país, muchos uruguayos esperan el privilegio establecido por un líder olvidado. Aquel héroe rebelde, fue encarcelado en el bronce y su frío corazón ya no late en estas tierras, una obviedad que los historiadores no han advertido oficialmente. Su silueta metálica es cagada por las palomas de la plaza y su ideario corre la misma suerte.

Aquí en la jurisdicción que corresponde a el municipio de Piriápolis la escena está a la vista de todos. Semanalmente se sirven 1350 porciones y 200 meriendas por parte de la red de ollas y merenderos populares dirigidos por vecinos de La Capuera “El Nido”, Playa Grande “El Hormiguero”, Pueblo Obrero y Piriápolis “La Parroquia”.  Un puñado de gente se sostiene mutuamente y con respeto, a otros tantos que de forma circunstancial o estructural fueron golpeados por la necesidad. Este servicio, es sostenido fundamentalmente por las donaciones de la comunidad, organizaciones sociales, y desde el Estado la colaboración del municipio de Piriápolis, que aporta carne, caducando este compromiso el 30 de agosto. 

Tal vez la diferencia más notable entre aquel hecho histórico y esta realidad es que el “caudillismo” fue suplantado por un “colectivo” que tienen como valor su conciencia en que la diferencia entre los que sirven y se sirven, -en esta circunstancia-, es solo un despido. Aunque en un plano más estructural no hemos podido superar como sociedad aquello que el origen determine el destino. 

Este país que se infla el pecho por su “seguridad jurídica” a la hora de prendar nuestra soberanía a las inversiones extranjeras, no puede o tal vez ni siquiera quiere, contemplar el derecho al alimento ni vivienda a un amplio sector de la población. La realidad indica que el derecho a la propiedad es protegido por la jurisprudencia como un derecho esencial, sin embargo, para lo esencial no hay actuaciones de oficio, evidenciando la desregulación del fiel de la balanza de lo que se denomina “justicia” desde la institucionalidad. 

Al igual que en 1811, muchos orientales deambulan por su tierra sin poder asentarse. En estos días son incontables los desalojos, realojos y persecuciones de muchas familias a las que, en los hechos, no las protege ningún amparo constitucional.

 El sistema político, jurídico, mediático sostienen la tapa de una olla a presión que cocina la miseria insoportable de una forma de organización inhumana. Pero todo proceso debe llegar al final y destapar la olla se hace necesario.

Cuando la “pandemia” parece apagarse, la otra “endemia” se enciende. Cada vez más familias se suman a estos círculos de solidaridad, empujados por la suba de los servicios, tributos, aquifers y la amenaza de un salario enflaquecido. En este contexto incluir a la formalidad en realidad excluye. Se nos ofrece “consumo inteligente”, cuando todos sabemos que se nos está consumiendo brutalmente. ¿Qué pasaría si tenemos que calentar el hogar con leña? ¿Cuánto demoraría una denuncia por cortar un eucaliptus del monte para hacer leña? 

A todo este panorama, se suman las situaciones del barrio Kennedy, en el municipio de Punta del Este. Son 400 familias que están bajo amenaza de ser expulsados. Están parados encima de un inmueble millonario que previamente deberá ser “desmalezado” por los lacayos de siempre.

La cara oculta del turismo internacional, aquí se provee de mano de obra barata, gurisas para ser prostituidas, etc. Esto no puede verse como un consentimiento, sino por una forma de esclavitud actualizada; algo similar a la que también debieron atravesar aquellos antepasados.

También el realojo de “El Placer», que fue efectivo y deja ver a todas luces la reproducción de la vida vs. la reproducción del capital. Esta acción no despoja únicamente del material, te arrebantan la historia y con eso la identidad, la pertenencia.

Las soluciones que se nos proponen son la obediencia de tener que aceptar ocupar el último escalón del sistema. Agradecer como limosna la comida de las instituciones, -que muchas veces dejan mucho que desear-, y ponernos de rodillas para recibir las estigmatizaciones e injustas acusaciones que se nos adjudican.

Desde los institutos internacionales, con recursos provenientes de países que nos pusieron en esta circunstancia, ahora nos ofrecen diferentes sistemas presentados como la panacea. O sea, nos dan la solución para los problemas que ellos mismos nos generaron, para el caso que alcancen a resolver algo.  

Por último, recordar que la historia de la “redota” también dejó enseñanzas al poder. Aquellos mal llamados derrotados forjaron en medio de la necesidad una comunión que los fortaleció en su idea de libertad. Eso mismo ocurre en las ollas comunitarias. A fuego lento se revuelve la esperanza de muchos que soñamos con una libertad que nos corresponde no como un favor sino como un derecho humano, a pesar los obstáculos que desde el sistema capitalista y desde la institucional se nos interponen.

Porque éstas Ollas están repletas de cultura, grupos de mujeres, jornadas en casas de vecinos, huertas comunitarias, libros, hip hop, amistad, abrazos, contención, candombe, teatro, murga, diálogo, solidaridad y mucho, mucho corazón.

Sabemos que en un sistema que se derrumba, nuestro trabajo será retirar los escombros de encima de todos aquellos que alguna vez nos juzgaron. También sabemos que todo nace desde abajo, muy a pesar de las leyes que dicen lo contrario.

En cada olla de este territorio se están dando los pasos del nuevo “éxodo”, que no es otra que un nuevo camino que sumará más orientales, que previamente puedan vencer los prejuicios de este tiempo y puedan comprender que la mayor riqueza es el respeto.

 

RED de Ollas Comunitarias y Populares.

Olla comunitaria de El Nido (La Capuera), Olla popular de la Parroquia (Piriápolis), Merendero de Pueblo Obrero, Olla popular El Hormiguero (playa Grande)

(Municipio de Piriápolis)

Andrea Magallanes, Guaira Andrioli, Mariana de los Santos, Donovan Armand Pilón, Martín Costa, Noelia De Negris, Gabriela Silinger, Juan Rosas, Paula Garcia, Carina de Brun, Hector Iglesias, Santiago Ruiz, Denise Pereira, Edy Marquez, Pablo Fernandez, Lucia Beron, Paola Manzolido, Adriana Gonzalez, Julieta Aquino, Tobias Aquino, Christian Aguilera, Damian Berger, Soledad Stasieniuk.